sábado, 26 de septiembre de 2015

IX. DE QUÉ ENFERMABAN LOS NIÑOS DE LA CIUDAD (segunda parte)


En 1930 el consumo de leche era ínfimo, y en 1931 se informaba, en estudio realizado por el Servicio Médico Escolar, que el 80% de los niños examinados en las escuelas públicas estaban subalimentados[1]. Esto quiere decir que en Magallanes existe una gran pobreza; pero pobreza silenciosa y que callan los afectados, siendo los más heridos los seres que empiezan a vivir porque aún no cuentan con una constitución que los haga resistir a las privaciones de la alimentación, señalaba El Magallanes[2]. En otra edición insistía que esa falta de alimentación de la niñez que pertenece a la clase pobre, viene a confirmar en forma que no existe lugar a dudas de que en Magallanes existe la miseria, con la cual la principal víctima es nuestra infancia[3].
En 1947 la situación nutricional y sanitaria general de los niños seguía deficiente, a juzgar por las declaraciones del alcalde Emilio Salles, quien en su calidad de presidente de la Junta de Auxilio Escolar informaba que un elevado porcentaje de estudiantes carecía de vestuario y calzado apropiado a la necesidades de abrigo que exigía el clima regional, que había problemas de desnutrición y abandono paterno[4] [5].

            Ya pasada la mitad del siglo XIX, hacía su estreno ciudadano el sarampión o alfombrilla, con un brote epidémico en 1866 y otro en 1889. En 1866 murieron unos 10 niños, y el único medicamento con que se contaba era el alcanfor[6], obviamente inútil para el caso. El semanario El Reloncaví de Puerto Montt en edición de diciembre de 1889 daba cuenta, refiriéndose a Punta Arenas[7]: La epidemia de alfombrilla aparecida a fines de agosto ha continuado su curso con toda fuerza durante los últimos días de octubre y primera quincena de noviembre. Ya ha disminuido notablemente por la sencilla razón de que mui pocas familias ó personas han escapado a ella. Sin embargo ha ocasionado no menos de 40 a 45 defunciones. Por supuesto que el mayor tributo lo han pagado las familias pobres, que por falta de recursos y su escasez de conocimientos hijiénicos carecían de los medios de atender bien a sus enfermos. Puede decirse que de las familias acomodadas no ha habido ninguna pérdida. Continuaba la crónica advirtiendo sobre la necesidad de un hospital, del cual adolecía por aquellos años la colonia, y Lautaro Navarro hacía notar la gran cantidad de adultos contagiados con el mal.
El Delegado del Supremo Gobierno en el Territorio de Magallanes, Mariano Guerrero Bascuñán, informaba que la enfermedad se complicaba de ordinario con intensas bronquitis que causaban la muerte. Como siempre, fue la jente de la clase inferior la que pagó el mayor tributo entre los alcohólicos que allí abundan[8]. Acertaba el señor delegado en su segunda frase, con la salvedad de que no sólo el alcoholismo pudo ser determinante en las malas evoluciones clínicas, sino la base social del mismo, vale decir la miseria, el hacinamiento familiar, la desnutrición y otros factores. En cuanto a su primera observación, ésta es parcialmente acertada, ya que lo que ocurría con el sarampión es que éste derivaba en un estado anérgico que facilitaba las sobreinfecciones bacterianas, muchas de ellas graves neumopatías estafilocócicas, que sin antibióticos -que por entonces no existían- significaban una muerte segura. Pero por aquellos tiempos el Delegado no lo sabía ni tenía por qué saberlo, y es posible que el médico de ciudad tampoco.
En julio de 1910 se informaba que la epidemia de alfombrilla permanece estacionaria. Los colegios salesianos y escuelas particulares  suspenden las clases[9].
Como es sabido, en la actualidad el sarampión se encuentra erradicado de Chile, gracias a los programas nacionales de vacunación o a las campañas de refuerzo de la misma cuando ha sido necesario. En Magallanes y durante la segunda mitad del siglo XX, se registraron brotes epidémicos durante los años 1952, 1954, 1960, 1965, 1968, 1978 y 1988[10].



[1] M. Martinic. Op. cit. Pág 176.
[2] Diario “El Magallanes”, 26 de junio de 1931.
[3] Diario “El Magallanes”, 10 de julio de 1931.
[4] Ver capítulo XV.
[5] M. Martinic. Op. cit. Pág. 185.
[6] M. Martinic. Ibíd. Pág. 98.
[7] Citado por M. Martinic en Ibíd. Pág. 83.
[8] Citado por M. Martinic en Ibid.
[9] S. Fugellie. MAGALLANES EN LA EDAD DEL ORO. Pág. 86.
[10] M. Martinic. Op. cit. Pág. 280.

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