En 1930 el
consumo de leche era ínfimo, y en 1931 se informaba, en estudio realizado por
el Servicio Médico Escolar, que el 80% de los niños examinados en las escuelas
públicas estaban subalimentados[1]. Esto quiere decir que en Magallanes existe
una gran pobreza; pero pobreza silenciosa y que callan los afectados, siendo
los más heridos los seres que empiezan a vivir porque aún no cuentan con una
constitución que los haga resistir a las privaciones de la alimentación,
señalaba El Magallanes[2]. En otra
edición insistía que esa falta de
alimentación de la niñez que pertenece a la clase pobre, viene a confirmar en
forma que no existe lugar a dudas de que en Magallanes existe la miseria, con
la cual la principal víctima es nuestra infancia[3].
En 1947 la
situación nutricional y sanitaria general de los niños seguía deficiente, a
juzgar por las declaraciones del alcalde Emilio Salles, quien en su calidad de
presidente de la Junta de Auxilio Escolar informaba que un elevado porcentaje de estudiantes carecía de vestuario y calzado
apropiado a la necesidades de abrigo que exigía el clima regional, que había
problemas de desnutrición y abandono paterno[4] [5].
Ya
pasada la mitad del siglo XIX, hacía su estreno ciudadano el sarampión o alfombrilla, con un brote epidémico en
1866 y otro en 1889. En 1866 murieron unos 10 niños, y el único medicamento con
que se contaba era el alcanfor[6], obviamente
inútil para el caso. El semanario El
Reloncaví de Puerto Montt en edición de diciembre de 1889 daba cuenta,
refiriéndose a Punta Arenas[7]: La epidemia de alfombrilla aparecida a fines
de agosto ha continuado su curso con toda fuerza durante los últimos días de
octubre y primera quincena de noviembre. Ya ha disminuido notablemente por la
sencilla razón de que mui pocas familias ó personas han escapado a ella. Sin
embargo ha ocasionado no menos de 40 a 45 defunciones. Por supuesto que el
mayor tributo lo han pagado las familias pobres, que por falta de recursos y su
escasez de conocimientos hijiénicos carecían de los medios de atender bien a
sus enfermos. Puede decirse que de las familias acomodadas no ha habido ninguna
pérdida. Continuaba la crónica advirtiendo sobre la necesidad de un
hospital, del cual adolecía por aquellos años la colonia, y Lautaro Navarro
hacía notar la gran cantidad de adultos contagiados con el mal.
El Delegado del
Supremo Gobierno en el Territorio de Magallanes, Mariano Guerrero Bascuñán,
informaba que la enfermedad se complicaba
de ordinario con intensas bronquitis que causaban la muerte. Como siempre, fue
la jente de la clase inferior la que pagó el mayor tributo entre los
alcohólicos que allí abundan[8]. Acertaba el
señor delegado en su segunda frase, con la salvedad de que no sólo el
alcoholismo pudo ser determinante en las malas evoluciones clínicas, sino la
base social del mismo, vale decir la miseria, el hacinamiento familiar, la
desnutrición y otros factores. En cuanto a su primera observación, ésta es
parcialmente acertada, ya que lo que ocurría con el sarampión es que éste derivaba
en un estado anérgico que facilitaba las sobreinfecciones bacterianas, muchas
de ellas graves neumopatías estafilocócicas, que sin antibióticos -que por
entonces no existían- significaban una muerte segura. Pero por aquellos tiempos
el Delegado no lo sabía ni tenía por qué saberlo, y es posible que el médico de ciudad tampoco.
En julio de 1910
se informaba que la epidemia de
alfombrilla permanece estacionaria. Los colegios salesianos y escuelas
particulares suspenden las clases[9].
Como es sabido,
en la actualidad el sarampión se encuentra erradicado de Chile, gracias a los
programas nacionales de vacunación o a las campañas de refuerzo de la misma
cuando ha sido necesario. En Magallanes y durante la segunda mitad del siglo
XX, se registraron brotes epidémicos durante los años 1952, 1954, 1960, 1965,
1968, 1978 y 1988[10].
[1] M. Martinic. Op. cit. Pág 176.
[2]
Diario “El Magallanes”, 26 de junio de 1931.
[3]
Diario “El Magallanes”, 10 de julio de 1931.
[4] Ver capítulo XV.
[5] M. Martinic. Op. cit. Pág. 185.
[6] M. Martinic. Ibíd. Pág. 98.
[7]
Citado por M. Martinic en Ibíd. Pág. 83.
[8]
Citado por M. Martinic en Ibid.
[9] S.
Fugellie. MAGALLANES EN LA EDAD DEL ORO. Pág. 86.
[10] M. Martinic. Op. cit. Pág. 280.
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