También por la
década de 1930 llegaron a reforzar a la enfermería hospitalaria las monjas de
la Congregación Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul. No estuvo ajena a estos trabajos,
principalmente en los turnos de noche, esa hermanita de caridad de San Vicente
de Paul, a quien hemos hecho siempre admiración y respeto: me refiero a Sor
María, quien junto a Sor Teresa, Sor Vicenta y Sor Andrina, entregaron lo mejor
de sus vidas a la comunidad de Magallanes[1].
Dice Raquel
Aedo: Las hermanitas vicentinas eran
sumamente importantes en el hospital. Cuando yo ingresé -1951- me parece que
había solamente tres enfermeras universitarias. La señora Rina Rivas trabajaba
en adultos, en cirugía. La otra era una señora de edad que trabajaba en
medicina. En pediatría no teníamos enfermera en esa época. La señora Lidia lo
controlaba todo. Ahí estaba Sor Vicenta, que era el alma. La enfermera de noche
permanente, desde el hospital de la diagonal[2] era Sor María. Se amanecía caminando. Cuando había
algo grave en cualquier servicio, empezábamos a buscarla. Una siempre la
encontraba por ahí en un rinconcito, hincadita, rezando. Tenía una entrega
única. Daba anestesia. Las monjas también se cambiaron a Angamos. Sor Vicenta
era como una maravilla para extraer sangre, a unos prematuros, unas cositas
chiquititas. Era enfermera del banco de sangre, y también iba a pediatría. Ella
hacía las transfusiones, pero no sé cómo pescaba esas hilachitas que tenían los
prematuros, tenía una mano divina. En la diagonal las monjitas criaban hasta
gallinas. Tenían unas máquinas artesanales para poder lavar la ropa de todo el
hospital. Amanecían lavando en esas máquinas. Cuando se les echaban a perder,
la superiora, que era una gordita, Sor Teresa que era bien coloradita, de
presión alta, amanecía lavando a mano. Esas máquinas de madera todavía
funcionaron en el hospital de Angamos. Esa ropa era pura nieve, blanca, blanca.
Impecable todo[3].
Esta congregación prestó valiosos servicios a
la enfermería, tanto del Hospital de Asistencia Social como al Hospital
Regional “Dr. Lautaro Navarro Avaria” hasta que fueron incomprensiblemente
expulsadas a comienzos de la dictadura militar iniciada en 1973.
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