martes, 29 de diciembre de 2015

XIV. LA TUBERCULOSIS (primera parte)


Antes del siglo XX la tuberculosis en Magallanes era de ocurrencia muy excepcional, como lo demostraba el informe del Rejistro Civil sobre los fallecidos en la colonia el año 1894, que atribuía sólo una defunción a esta infección[1]. Se promocionaban medicamentos milagrosos para la prevención y cura de ésta y otras enfermedades respiratorias, como el Pectoral de Anacahuita.

Durante el primer cuarto del siglo XX gran parte de la sanación -y también de la mortalidad- infantil se hacía en los domicilios, ya sea recurriendo a la medicina popular y sus hierbas, quiebres de empacho, y contras para el mal de ojo, o con visitas domiciliarias de facultativos. Por aquellos años era dramática la mortandad infantil -y de adultos- por tuberculosis. No existiendo tratamientos específicos contra el bacilo, ni habiéndose implementado la vacunación, la tisis era equivalente a una condena a muerte lenta.
Contemporáneamente morían de esta enfermedad cientos de niños y adultos indígenas, primero entre los yámanas, contagiados al contacto con las misiones inglesas, y más tarde los huéspedes de las misiones salesianas[2]. Cuando se llevó a Punta Arenas a muchos sélknam capturados en Tierra del Fuego, la mayoría de ellos también se contagiaron y murieron[3]. Entre 1920 y 1950 la tuberculosis diezmó al remanente yámana y a los kawéskar[4].
Lautaro Navarro ya advertía sobre la alta incidencia de tuberculosis óseas en Punta Arenas.
Relata Nicolás Mihovilovic en sus memorias hermosamente escritas en el libro Desde lejos para siempre, refiriéndose al eslovaco Mateo Bencur[5], quien ejerció en Punta Arenas entre 1907 y 1923: … todos los niños de esa casa en una u otra forma le debíamos la vida al doctor Mateo Bencur. Él nos había mejorado de la escarlatina y de la terrible tos convulsiva. Con su grueso impermeable, su ancho sombrero, su bastón, su barbita en punta, y, calzando botas, arrollada al cuello una ancha bufanda de lana, había repechado en crudas noches de invierno las empinadas calles llenas de charcos helados o de barro pegajoso; contra el viento, la lluvia y la nieve… a cualquier hora, cualquier día, en cualquier momento. Y de nuestra casa había ido a muchas, muchas otras, próximas o lejanas, pobres o ricas. Y muchas veces, en vez de extender la receta, sacaba de los hondos bolsillos de su impermeable, la pastilla o el frasquito de remedio que entregaba a la dueña de casa “porque aquello le estaba sobrando y no había por qué gastar plata y hacer rico al boticario”[6].
Nos conmueve la pequeña nota publicada en “El Magallanes”: A consecuencia de la enorme mortalidad infantil, se ha agotado la existencia en plaza de ataúdes para niños. En los últimos días ha habido que pagar por dicho artículo precios exorbitantes[7]. Aparte de la especulación comercial con la tragedia, llama la atención al revisar la edición del diario la falta de abundamiento sobre la noticia, que se reduce solamente a lo citado. De por sí dramática, se esperaría tal vez mayores detalles sobre las causas de dicha mortalidad, el esfuerzo de las autoridades por subsanar la situación, reacciones y declaraciones de las mismas, en fin. En nuestros días hubiese sido pábulo para grandes titulares y morbosidad periodística de algunos medios, tal vez tan nociva como la sobriedad extrema.
La preocupación alcanzó un grado máximo una vez que se hicieron públicos los resultados de las primeras investigaciones médico-sanitarias realizadas en 1918 en el alumnado de las escuelas fiscales. Así el doctor Abraham Dodds revelaría que en algunos cursos el ciento por ciento de los alumnos padecía de tuberculosis, raquitismo y/o debilidad general. Un año después, el médico Daniel Acuña declaraba al diario La Unión que Punta Arenas ocupaba el primer lugar del país en cuanto a raquitismo infantil y tuberculosis[8].
Citamos nuevamente a Mihovilovic, a propósito del funeral de una niña. Decía su padre croata: “(…) aquí mueren demasiados niños. Casi no hay familias que no tengan dos o tres hijos allí, en el cementerio más bello y más terrible que he visto en mi vida… Más de la mitad de las tumbas son de niños (…)”. El doctor Bencur miró a mi padre con serenidad: “No me lo diga a mí que cada día firmo certificados de defunción. Pero, afortunadamente, cada año van siendo menos. (…) Este clima es propicio para el raquitismo y la tuberculosis y, además, casi nadie sabe alimentarse… ni prevenirse. Hay familias enteras contagiadas por la tisis, condenadas a morir en pocos años”. (…) De mis compañeros de curso -dice el escritor- cinco murieron ese año agotados por la tuberculosis. En el vecindario los velorios de los “angelitos” eran fiesta de cada noche…[9] Es evidente que este testimonio personal tiene más fuerza y dramatismo que las estadísticas.



[1] Periódico “El Magallanes”, 8 de enero de 1895.
[2] Ver capítulo XI.
[3] Ver capítulo XVII.
[4] M. Martinic. Op. cit. Págs. 165 - 166.
[5] Ver capítulo V.
[6] N. Mihovilovic. Op. cit. Págs. 66 - 67.
[7] Diario “El Magallanes”, 3 de diciembre de 1913.
[8] M. Martinic. Op. cit. Pág. 172.
[9] N. Mihovilovic. Op. cit. Págs. 97 - 98.

sábado, 26 de diciembre de 2015

XIII. EL RAQUITISMO (segunda parte)


            Uno de los gobernadores que tomaron conciencia del problema fue Samuel Ossa Borne, quien en documento al Ministro del Interior señalaba que (…) grande es  la proporción de ellos que tienen torcidas las piernas, en que la deformación se nota a simple vista y señala el defectuoso y deficiente crecimiento que viene presentándose desde hace algunos años y reproduciéndose en las nuevas generaciones, precisamente en las que ahora acuden a las escuelas del Territorio, en los niños que juegan en las calles y paseos públicos[1].


Niño raquítico, 1976
Foto del autor
            El Gobernador Vicente Fernández Rocuant, sucesor de Ossa, no escatimó esfuerzos en intentar mejorar la salud pública, centrándose en el combate al alcoholismo y al raquitismo. El primero, si bien indirectamente afectaba a la infancia, lo dejaremos de lado para enfatizar su afán en el intento de erradicar el segundo, tal como declarara él mismo: Unido al problema del alcoholismo hay otro asunto que estimo de mayor interés que aquél. Me refiero a la degeneración de la raza y al enorme número de niños raquíticos que he podido ver en mis frecuentes visitas a diversos barrios de la población[2].
Conciente de la necesidad de contar con recursos para combatirlo, dice Mateo  Martinic refiriéndose al Gobernador Fernández, discurrió el modo de sensibilizar a la sociedad sobre la realidad y consecuencias del raquitismo. Para ello, supo usar con habilidad la técnica cinematográfica entonces en pleno desarrollo en Punta Arenas. Contando con el concurso del productor Antonio Radonich, hizo preparar un filme documental sobre la enfermedad en la capital territorial, que se proyectó en los cines locales concitando grande impresión en el público. Es más, el mandatario determinó viajar a Santiago llevando consigo el documento fílmico que se proponía hacer conocer nada menos que al Presidente Arturo Alessandri. Y lo consiguió, por cierto, al proyectarlo en el palacio de la Moneda ente el mandatario, sus ministros, algunos parlamentarios y representantes del Patronato de la Infancia, Cruz Roja Chilena, Liga de la Higiene Social y otras entidades congéneres. La impresión producida por el documento cinematográfico fue profunda, tanto que motivó al Presidente para proponer un proyecto de ley mediante el cual se dispondría de fondos para la atención de la infancia desvalida (...)[3]
En 1923 lo que saltaba a la vista se traducía en cifras: según investigación de los médicos Alberto Molina y Álvaro Sanhueza, el 20% de la población infantil de Punta Arenas sufría de raquitismo, y los afectados eran todos del estrato social más bajo[4]. Se llamaba a los empresarios a prestar su cooperación económica, y las damas de La Gota de Leche hacían labor alimentaria preventiva[5].
La situación, por supuesto, trascendió las fronteras territoriales, atendida su seriedad, llegando a preocupar a la Sociedad Chilena de Pediatría, que en 1930 aconsejó atacar el raquitismo con medidas profilácticas dirigidas a las madres y los niños, de higiene y alimentación, a fin de procurar cambiar los hábitos y las formas de vida proletarios, además de las propiamente curativas para intentar la mejoría de los niños enfermos[6].
Los esfuerzos fueron dando sus frutos, y en 1951 se estimaba erradicado el raquitismo infantil. Vana ilusión, porque en 1965, y achacando el problema al exceso de consumo de carne ovina y al déficit de vitaminas y sales por la deficiente ingesta de verduras y frutas, el Director de la XIII Zona de Salud doctor Agustín Etchebarne declaraba que (…) estamos observando un aumento alarmante de enfermedades cardiovasculares y hépatovesiculares, por un lado, y el raquitismo con sus secuelas por el otro[7]. Más probable parece que había una mala cobertura en los controles infantiles, en que por esos tiempos los niños hubieran debido recibir periódicamente el golpe vitamínico.
En 1963 el pediatra José Arcuch Cabezas presentaba en reunión clínica una revisión sobre intoxicación por vitamina D, basada en un artículo publicado en la Revista Chilena de Pediatría. Quedó estampado en actas de la Sociedad Chilena de Pediatría Filial Punta Arenas[8]: Se suscita un interesante debate por cuanto los datos proporcionados en dicho artículo estarían en contradicción con los utilizados en la zona desde hace largo tiempo sin que aparentemente se hubieran presentado casos de hipervitaminosis D. Se acuerda investigar más el tema y en lo posible presentar una reseña al respecto realizada por la Sociedad de Pediatría local. Con la perspectiva del tiempo parece haberse aclarado el dilema, ya que, atendidos los resultados de estudios recientes[9], se ha demostrado que un alto porcentaje de niños magallánicos tiene niveles subnormales de vitamina D en plasma por lo que, por mucho que la reciban por vía oral, les será muy difícil llegar a niveles tóxicos. Si bien no se manifiesta clínicamente, hay una suerte de raquitismo latente en nuestros niños, que hoy por hoy intentamos combatir con suplementos de la vitamina en cuestión.




[1] Citado por M. Martinic en Ibíd. Págs. 174 - 175.
[2] Diario “El Magallanes”, 9 de marzo de 1921.
[3] M. Martinic. Op. cit. Pág. 175.
[4] M. Martinic. Ibíd.
[5] Mayor información sobre La Gota de Leche en el capítulo XIX.
[6] M. Martinic. Op. cit. Pág. 176.
[7] Citado por M. Martinic en Ibíd. Pág. 231.
[8] LIBROS DE ACTAS SOCIEDAD CHILENA DE PEDIATRÍA FILIAL PUNTA ARENAS, 1962 - 2012.
[9] Especialmente los conducidos por la Dra. Karin Brinkmann Scheihing.

martes, 22 de diciembre de 2015

XIII. EL RAQUITISMO (primera parte)


Los huesos van depositando calcio y fósforo en su matriz, fundamentales para su estructura. Para ello es imprescindible la vitamina D, que proviene esencialmente de dos fuentes: o se ingiere o se sintetiza en la piel bajo el influjo de la luz solar. Estos factores de prevención y su curación se fueron describiendo y consolidando su conocimiento recién a comienzos de la década de 1920. De este modo, dadas las condiciones de las regiones más australes de América, con sus largos inviernos y días de escasa luz solar, y sus veranos luminosos pero fríos, lo que impide o al menos dificulta la exposición corporal al sol, el raquitismo fue hasta esos años un grave problema de salud pública. Siendo una enfermedad del hueso en crecimiento, se manifiesta principalmente cuando éste es más acelerado, vale decir, entre los seis meses y los dos años. Si no hay prevención, o si no se trata a tiempo, puede dejar como secuelas graves malformaciones óseas o retrasos importantes del crecimiento. Todavía se suele ver por Magallanes a personas mayores, nacidas durante la primera mitad del siglo XX, de muy baja estatura y con las piernas extremadamente arqueadas. Ellos son, con toda seguridad, secuelados de raquitismo. Y pese a la alimentación rica en grasas animales de los indígenas fueguinos, Robustiano Vera los describía como con tronco ancho i sus miembros torcidos y delgados[1].Esta observación concuerda con las de los primeros exploradores de los canales fueguinos, que hablabann de indios robustos pero de piernas arqueadas y enclenques.
Inicialmente se combatía con alimentos ricos en vitamina D, como pescados, leche, huevos y el vomitivo aceite de hígado de bacalao, pócima infernal que se nos suministraba a los que nacimos antes de transcurrida la primera mitad del siglo XX. Concordamos a cabalidad con la apreciación de Nicolás Mihovilovic: (…) sí que era desagradable el aceite de hígado de bacalao que nos recetó el doctor Bencur. Una cucharada antes de cada comida. ¡Qué porquería! Alegábamos por todo: que la cuchara era muy grande, que tenía mal olor, que… Pero, todo ello era inútil. La disciplina militar que regía nuestra casa no admitía excusas. A tragarse, pues, aquella inmundicia. Que nos salvó la vida no cabe duda, pero, ¡a qué precio![2] Sin saberse que servía para prevención del raquitismo, ya en 1895 se promocionaba su consumo para otras dolencias.

También se usó la luz ultravioleta sintética, en Magallanes con cierto entusiasmo. Durante la década de 1920 se instalaron equipos en el Dispensario de la Cruz Roja[3]. Hacia 1944 el Hospital Naval también ofrecía este servicio[4].
            Un hito importante en el combate al raquitismo fue la creación de la Gota de Leche, según referido en el capítulo XXI. En este establecimiento se controlaba a los niños y se repartía leche y otros alimentos. (…) Para valorar su significado ha de tenerse presente que al promediar los años de 1910 se hizo notoria una situación social que según avanzó el tiempo llegó a adquirir caracteres dramáticos como fue la constatación del raquitismo infantil en familias de los sectores proletarios, como una consecuencia del infraconsumo o inclusive la ausencia total del consumo de leche. En ello había causas motivadoras económicas como la insuficiencia de salarios, pero también culturales, propias éstas del segmento inferior de origen chileno de la sociedad magallánica. El asunto devino preocupante para las autoridades territoriales y municipales y para la propia comunidad, y motivó un sostenido esfuerzo que fue desarrollado durante años hasta conseguir la erradicación del fenómeno sanitario[5].




[1] R. Vera. Op. cit. Pág. 311.
[2] N. Mihovilovic. Op. cit. Págs. 70 – 71.
[3] M. Martinic. Ibíd. Pág. 169.
[4] Revista “En Viaje”, febrero de 1944.
[5] M. Martinic. Op. cit. Pág. 170.

sábado, 19 de diciembre de 2015

XII. LA VIRUELA Y EL FIN DEL CACIQUE MULATO (séptima parte)


Mulato consiguió su objetivo y se le concesionaron 10.000 hectáreas en el sector Valle Río Zurdo, en el límite con Argentina y al oriente de dicho río, dedicándose no solamente a la caza de fauna silvestre sino también a la cría de ganado lanar y -especialmente-  caballares. La tribu bajo su dominio la constituían unas 100 personas, las que en conjunto poseían más de 400 caballos, algunos de los cuales eran entrenados para competir en las carreras a la chilena que se efectuaban en Punta Arenas. Tal era su adaptación a la civilización, consecuente a un proceso pacífico, sin luchas sangrientas ni evangelizaciones forzosas.
Sus problemas como estanciero comenzaron cuando un ciudadano inglés le quiso usurpar tierras. Estampó la denuncia al gobernador, quien prestamente solucionó el problema ordenando al Sr. Harris el desalojo. Decía El Magallanes:

Contardi y Mulato
Aplaudimos esa determinacion, pues es preciso convencerse que los patagones tienen perfecto derecho para ocupar con sus modestas carpas y sus yeguadas un pedazo de la Patagonia en la que han nacido.
(…)
Poco á poco se les ha ido estrechando el campo del que 20 años atrás eran señores y dueños. Ya que á nadie molestan respétenseles sus derechos, siquiera sea en un pequeño pedazo de tierra, y no obliguemos a emigrar á esta raza que se haya próxima á estinguirse[1].
En verdad los nobles tehuelches, patagones o aónikenk, duraron poco más de veinte años después de enunciada semejante profecía periodística.
La viruela, como se enunciaba en el capítulo X sobre las enfermedades de los niños, volvió a irrumpir en 1901, 1905, y 1906, a pesar de los insistentes llamados a la población a aprovechar que el médico de ciudad vacunaría gratuitamente a quien quisiera aprovechar este servicio.
La vacuna es el único preservativo eficaz contra la viruela i debe siempre hacerse en los primeros meses de edad de los niños.
(…)
Se recomienda a las familias juntar siempre mas de cinco personas para vacunarse, pues no debe abrirse una placa con menor número para no perder el excedente.
(…)
¡Servicio enteramente gratuito[2]!
Lamentablemente este beneficio no alcanzó a los tehuelches. Y el cacique Mulato, habiéndose realizado una subasta de tierras fiscales en que se incluyeron las concesionadas a la tribu, y no habiendo encontrado satisfacción a sus reclamos por la autoridades del territorio, en 1906 viajó nuevamente a Santiago, siendo recibido por el Presidente de la República don Germán Riesco. Hay algo de imprecisión en esta historia, considerando la versión de Maggiorino Borgatello, quien atribuye el viaje a Santiago no a la subasta sino a la reiterada ocupación de sus tierras por los ingleses -¿escoceses?-, por lo que le habría exigido al Presidente de la República: “Estos gringos me roban el campo y mis caballos mueren de hambre. Tu hazlos echar”. Esta vez el cacique llegó con su mujer, su hijo y su nieta; el presidente los recibió amablemente y prometió justicia. Arribados a Valparaíso para embarcarse de regreso la nieta con dieciocho años contrae la viruela y muere en Punta Arenas. Al poco tiempo Mulato primero y luego su hijo fallecen. Enseguida casi todos los indios del valle del río Turbio contraen la enfermedad fatal. Su mujer abandona la casa y viaja al Coyle, donde viven otros indios parientes. Ella ya tenía la peste y los contagia. Muere casi toda la indiada. De modo que en un mes o dos desaparecen las dos tribus. Los animales pertenecientes a los indios tehuelches fueron apropiados en parte por los ganaderos vecinos y el gobierno[3].
La viruela marcó la culminación de la extinción en pocos años de la raza tehuelche en la Patagonia chilena, siendo así que para los años de 1910 fueron muriendo sus últimos y dispersos sobrevivientes[4].
Pese a la desaparición de los casos gracias a la vacunación masiva, aún se le temía en 1910. En septiembre de ese año arribaba a puerto el vapor Magallanes trayendo a bordo un enfermo de viruela. La nave quedó en cuarentena. Pasajeros y tripulantes fueron vacunados. Se tomaron medidas preventivas y fue habilitado el lazareto que estaba abandonado y casi destruido. Reina cierta alarma en la población[5].
En 1980 la Organización Mundial de la Salud declaró a la viruela erradicada de la faz de la tierra y, en consecuencia, se dejó de vacunar. Es lógico, por lo tanto, que en 1963 los pediatras de Magallanes aún se preocupaban de la materia. Es así como, en sesión del 26 de noviembre de ese año, la Sociedad de Pediatría recibía al destacado epidemiólogo del Servicio Nacional de Salud Dr. José Manuel Borgoño, quien expuso la presentación “Campaña de vacunación antivariólica”. Después de un intercambio provechoso de ideas se acuerda iniciar próximamente la campaña en nuestra ciudad y controlar los resultados de un número determinado de niños tanto en policlínico como en domicilio[6].





[1] Periódico “El Magallanes”, 27 de octubre de 1895.
[2] Periódico “El Magallanes”, 8 de diciembre de 1895.
[3] M. Borgathello. Patagonia Meriodianale e Terra de Fuoco (1929).
[4] M. Vieira. Op. cit.
[5] S. Fugellie. Op. cit. Pág.87.
[6] LIBROS DE ACTAS SOCIEDAD CHILENA DE PEDIATRÍA FILIAL PUNTA ARENAS, 1962 - 2012. 

martes, 15 de diciembre de 2015

XII. LA VIRUELA Y EL FIN DEL CACIQUE MULATO (sexta parte)


Por ese tiempo solía aparecer por Punta Arenas el célebre tehuelche Mulato, quien era conocido por su afabilidad y bonhomía, ganándose el cariño y respeto de los habitantes de Punta Arenas, quienes lo recibían gustosamente en sus visitas a la ciudad. Su nombre indígena era Chumjalawün, era hijo del cacique Casimiro Biguá y sucesor de su hermano Papón desde 1892. Instalaba sus tolderías, como buen nómade que era, entre el valle del río Zurdo y Dinamarquero, llegando en ocasiones hasta las inmediaciones nortes de Punta Arenas. En 1895 informaba el periódico:

Ayer llegó a Punta Arenas el cacique Mulato con unos 10 indios de su tribu.
Ha venido á Punta Arenas para vender pieles y plumas y comprar ropas, víveres, armas, etc.
Reside actualmente con su reducción de indios que se compone de unos 200 individuos de ambos sexos, en el punto denominado Mapa de los guanacos.
Aunque hombre de alguna edad ya, se conserva mui bien y su figura corpulenta, su tez cobriza, sus facciones bien marcadas, revelan en él un hombre de cierta superioridad[1].
Tan adaptado estaba a las costumbres del hombre blanco, que optó a concesión de tierras, haciéndose estanciero. Para tal fin viajó nada menos que a la capital de la República, cosa impensable que lo hubieran hecho antes los indígenas -al menos por su propia voluntad- como se muestra en la crónica siguiente:
Sabemos que el cacique Mulato, una de las personalidades patagonas, emprenderá próximamente un viaje á Santiago acompañado de cuatro de los mas bellos mocetones de la tribu que domina.
Ya el Supremo Gobierno ha dado al Gobernador de Magallanes la autorización respectiva para contratarles sus pasajes de ida y vuelta.
Creemos que el público santiaguino recibirá con sumo agrado  la visita de estos naturales del confin austral de la América, visita primera que hacen á la capital, pues hasta ahora solo han visto por allá araucanos, pero jamás patagones.
La figura de Mulato es altamente simpática. Reune en sí la suavidad de facciones, al par que la enerjia.
Los mocetones que lleva son tipos escojidos entre las bellezas patagonas.
Sentimos que no vayan algunas muchachas, que las hai harto bien parecidas.
No dudamos que será bien recibido.
El objeto de su viaje es obtener que se deje á su tribu un campo para pastorear sus yeguadas y poder dedicarse á la caza del guanaco y de la avestruz[2].
Y volvía a Punta Arenas el cacique a mediados de septiembre, siempre con la idea de viajar a la capital de la república:
El cacique Mulato llegó a Punta Arenas unos dias ántes de las fiestas patrias y se quedó hasta el mártes pasado para asistir á ellas. Trajo consigo como mas de veinte personas entre hombres y mujeres.
(…)
Volverá en quince dias mas con su hijo, otro moceton y un intérprete chileno, para en seguida trasladarse á Santiago con el objeto de visitar á S. E. el Presidente de la República.
Como ya hemos dicho ántes, Mulato no es un indio vulgar y el objeto de su viaje á Santiago es obtener un lote de tierras para su reduccion de indios, lo que seria mas que justo concederle, pues Mulato y su tribu han dejado de ser indios salvajes é indómitos y quieren establecerse de fijo en un campo (…)[3].



[1] Periódico “El Magallanes”, 3 de marzo de 1895.
[2] Periódico “El Magallanes”, 21 de abril de 1895.
[3] Periódico “El Magallanes”, 20 de septiembre de 1895.

sábado, 12 de diciembre de 2015

XII. LA VIRUELA Y EL FIN DEL CACIQUE MULATO (quinta parte)


            Nobleza de los enfermeros, del párroco, de Navarro y del cónsul argentino. Lástima que la mayoría de sus nombres se ha perdido en el tiempo. Antes de Navidad el Dr. Navarro emitía otro tranquilizador informe:

            En el curso de la semana que espira hoi no ha aparecido sino un solo caso de viruela en la hija de la Sra. M. O. la que por indicación mia fue llevada al lazareto.
            El Mártes supe que en la estancia de Dinamarquero, habia caido enfermo de la epidemia un individuo que hacia mui pocos días habia salido de la colonia, de la casa de uno de los variolosos.
            (…)
            Son, pues, en todo 34 enfermos, con 7 defunciones.
            Personalmente he averiguado y tambien por la policia, y puedo afirmar que no ha habido mas enfermos de viruela que los apuntados, siendo, pues, completamente falsos los díceres de que ha habido ya mas de 50 enfermos.
            En el lazareto hai 4 asilados: 2 están ya bañados, 1 en período de desecacion y el 4° en período de supuración[1].

            Si bien pocas vacunas, en el país había mucha conciencia sobre el peligro de la contaminación por viruela, y en el periódico El Magallanes del 30 de diciembre de 1894 se publicaban los requisitos para postular a la Escuela de Artes y Oficios de Santiago, uno de los cuales era (…) e) Ser vacunado ó haber tenido la viruela[2].
            El informe oficial del Rejistro Civil sobre los fallecidos en 1894 atribuía a la viruela, sumando las categorías de complicada con bronquitis, confluente y hemorrágica, un total de 5 personas[3]. Cosa curiosa, puesto que se contraponía a lo informado por Lautaro Navarro, quien culpaba a la viruela de un total de 7 defunciones. En todo caso no eran muchos, y la no expansión generalizada de la enfermedad se debió a la rápida reacción de las autoridades, tanto sanitarias como administrativas, que dispusieron todo tipo de facilidades para vacunación, así como la creación de lazaretos para los ya contagiados.
            El Gobierno acusaba preocupación, y dictaba un decreto que otorgaba a Magallanes la responsabilidad de constituir una fundamental barrera sanitaria:

          Santiago, 27 de Diciembre de 1894.- He acordado y decreto:
       Todo vapor que venga por el estrecho de Magallanes con direccion a algun puerto chileno, deberá hacer escala en Punta Arenas para que sea visitado por el jefe de la Estación Sanitaria allí establecida, y sin la patente de sanidad espedida por dicho funcionario no será recibido en ningún otro puerto de la República.(…)
MONTT.- R. Barros Luco[4].

            Al mes siguiente, el Consejo Superior de Hijiene  Pública, y con la firma de su presidente J. Joaquín Aguirre, oficiaba a la Junta de Vacuna, considerando que los habitantes de Magallanes forman un total no insignificante que exije una atencion mas inmediata que la de un servicio temporal i transitorio, tanto mas si se toma en cuenta que la infeccion variólica ha prendido ya en esas rejiones, las cuales se encuentran tan alejadas y puede decirse tan aisladas del resto de la República (…), instaba a la instalación del servicio permanente de vacuna en el territorio[5].



[1] Periódico “El Magallanes”, 23 de diciembre de 1894.
[2] Periódico “El Magallanes”, 30 de diciembre de 1894.
[3] Periódico “El Magallanes”, 6 de enero de 1895.
[4] Periódico “El Magallanes”, 6 de enero de 1895.
[5] Periódico “El Magallanes”, 13 de enero de 1895.

martes, 8 de diciembre de 2015

XII. LA VIRUELA Y EL FIN DEL CACIQUE MULATO (cuarta parte)


            Por muy leve que fuese este brote de la tan temida enfermedad, en su transcurso cobró la vida de seis personas, y al menos dos de ellas eran niños. Esta desgracia sirvió al menos para que la población y las autoridades sanitarias tomaran conciencia de que la viruela existía y de que era posible de prevenir. Lautaro Navarro vacunaba en su consultorio privado, como se advertía en el aviso:

Actual Consulado Argentino
VACUNA.
            Se vacuna de 12 á 2 de la tarde diariamente en la oficina del Médico de Ciudad.
            La buena vacuna es el único preservativo eficaz contra la viruela ó al menos para evitar la muerte por esta terrible enfermedad. Se puede vacunar á personas de cualquiera edad, aun á niños de un mes.
            Diez años después de brotar una buena vacuna, es conveniente volver á vacunarse.
            Solo se usa vacuna animal en placas. Servicio enteramente gratuito[1].
            Al mes siguiente parece que aumentaron los casos, puesto que se habilitó un segundo lazareto y el médico de ciudad informaba:
                                                           Punta Arenas, Diciembre de 1894.
                        Señor Gobernador:
El lúnes 10 del corriente quedó quedó habilitada la casa  que se hizo levantar para lazareto de variolosos y ese mismo dia hice trasladar á ella el único enfermo que habia en la que antes se ocupaba.
            En los días siguientes he hecho llevar al lazareto los enfermos que habia dispersos en el pueblo. Actualmente no queda dentro del recinto urbano de la poblacion sino un niño enfermo que se halla en el período de desecacion.
            Han entrado á los dos lazaretos 6 enfermos de los que han fallecido 2. Quedan en tratamiento 4, de los que uno se encuentra mui grave por ser viruela hemorrájica.
            Hasta hora la epidemia ha atacado á 32 personas, habiendo fallecido 6.
            En el lazareto tengo 2 enfermeros, hombre y mujer, para cuidar respectivamente á los enfermos de su sexo. Estos empleados ganan cuatro pesos diarios cada uno.
            Hai ademas otro empleado que lleva los víveres, medicinas, etc, hasta las proximidades de la casa, de tal manera que las únicas personas que penetran al lazareto son el párroco y el infrascrito. En esta semana no se ha podido desinfectar el primer lazareto y las casas de variolosos por no haber encontrado por ningun precio un individuo que quiera hacer ese trabajo. En algunas partes se ha hecho el aseo por personas de la misma casa habiéndoseles enviado las sustancias necesarias y dado las respectivas instrucciones.     
            (…)
            En cuanto a vacunaciones, diariamente hago un buen número. Recibí de la Junta Central del ramo en Santiago la primera remesa de placas y á su vez el señor Cónsul Argentino continúa obsequiándome algunas de las que recibe por cada vapor de Buenos Aires.
            Y quiero dejar constancia aquí de que el vírus argentino es de primera calidad, habiendo producido siempre su efecto. Hago esta afirmacion porque alguna persona me ha supuesto haber dicho que era sin acción. Uno de mis hijos lo he vacunado con vírus argentino y se le desarrollaron hermosísimas pústulas.
            Estoy, pues, muy agradecido del Sr. Consul Argentino por habernos salvado de una situacion bien grave con sus obsequios repetidos de vacunas, y teniendo una epidemia de viruela en el pueblo.
(…)
                                                                        Dios guarde a V. S.
                                                                Dr. Lautaro Navarro Avaria
                                                                              médico de ciudad
                                                                                           Sr. Gobernador de Magallanes[2]

           




[1] Periódico “El Magallanes”, 2 de diciembre de 1894.
[2] Periódico “El Magallanes”, 16 de diciembre de 1894.