martes, 14 de julio de 2015

VI. LOS PEDIATRAS (primera parte)



            Elena Ancic Ramírez nació en Santiago el 11 de junio de 1899. Su padre, Pedro Ancic, croata y artesano en cueros, llegó a Iquique con pasaporte austríaco y trabajaba elaborando aperos para las oficinas salitreras. Su madre, Dolores Ramírez, nació en Melipilla en el seno de una familia con buena situación económica, puesto que el abuelo era propietario de un servicio de posta con carromatos y otros vehículos en que transportaba pasajeros y carga desde y hacia Melipilla, conectando con San Antonio, Cartagena y otros poblados costinos. Su hija Dolores pudo estudiar y ejercer como telegrafista, trasladándose a Iquique contratada por empresas salitreras, siendo allí donde conoció a don Pedro Ancic. Se casaron, y su solvencia monetaria les permitió viajar a Europa en luna de miel. Él murió joven, pero ella le sobrevivió hasta avanzada edad.

Elena Ancic, retratada por su hija adoptiva[1], era una mujer esencialmente de vocación de servicio, la que volcó en la atención de los niños. Llegada a Punta Arenas en 1924 con su compañera de curso Irma Herrera Pérez, recién egresadas de la Universidad de Chile en tiempos en que ser mujer médica era una rareza, y más aún dedicada a las enfermedades de niños. La acompañaba también una hermana, no médica. La pediatría asomaba en Europa como especialidad recién a fines del siglo XIX, antes de lo cual los niños, para efectos prácticos de asistencia sanitaria, se consideraban como adultos pequeños. Durante la segunda década del siglo XX se impartían en la Universidad de Chile algunos cursos de pediatría como parte de la malla curricular -a veces optativa- de la Escuela de Medicina, pero era raro encontrar médicos dedicados por entero a la pediatría, y en ningún caso existían becas de especialización.

Dra. Elena Ancic
              La Dra. Ancic parece haber sido mujer de decisiones firmes, como lo fue el desplazarse a la lejana Punta Arenas a ejercer su profesión, por mucho que tuviese parientes mayores -unos tíos Ramírez- que trabajaban en la gobernación. A poco andar y a un año de conocerlo, contrajo matrimonio -otra firme decisión- con el dentista viudo Diógenes Barrios. Enviaron entonces a Montevideo por la hija de Barrios, Esther, entonces de cuatro años, quien vivía en Uruguay con su familia materna al haber muerto su madre biológica a poco de haber dado a luz.

            Rechazada por algunos de sus colegas por el hecho de ser médica mujer, supo remar contra la corriente y demostrar su valía en una especialidad que, hoy por hoy, es ejercida por más mujeres que hombres. Especialmente conflictiva fue su relación con el Dr. Gustavo Lagos Rivera, y más tarde, cuando estaba por dejar Magallanes, con el recientemente llegado Guillermo Adriazola Espejo, pediatra con especialización acreditada.

            Resulta interesante -faceta humana- lo relatado por su hija adoptiva Esther Barrios[2]:

            Yo me levantaba para el colegio, y partíamos juntas. Era fanática por el trabajo. Vivíamos en Chiloé 878. Casi con Valdivia, donde vivían los Contardi. (…) En la esquina vivían los Contardi, mi profesora de música[3]. La “mami” se iba a pie al hospital, hasta que se le ocurrió aprender a manejar. Pero era tan torpe que sólo sabía manejar para adelante. Llamaba por teléfono a Diógenes y le decía “ven a buscarme”. Entonces mi papá daba vuelta el auto y se venían juntos. Siempre el mejor auto de Punta Arenas era el nuestro. Y no había taxis, así que tenía que ir a buscarla a pie. (…) La Elena tenía mucha clientela particular. Salían los dos a ver a sus pacientes a domicilio, a veces me llevaban a mí atrás. No había pavimento, las calles eran empedradas, por los yugoslavos. Me dejaban en el auto jugando, o leyendo. Diógenes se quedaba por ahí, fumando su cigarrillo mientras la “mami” hacía sus visitas domiciliarias.
 
Dra. Elena Ancic dde Barrios y resto del cuerpo médico
Hospital de Asistencia Social, 1933
               Aparte de su labor diaria en el Hospital de Caridad y de la atención de sus pacientes privados, la Dra. Ancic de Barrios participaba activamente en el voluntariado de la Liga de Damas Católicas, institución de beneficencia que tenía a su cargo la Gota de Leche[4]. El financiamiento de  estas entidades era en base a donaciones y actividades sociales para recaudar fondos. Es así como el 7 y el 22  de marzo de 1926 se ofrecieron, en los teatros Municipal y Politeama, respectivamente, sendas presentaciones artísticas en que lucían sus talentos las señoras, señoritas y caballeros de la sociedad puntarenense. La señorita Josefina Braun y señoras Herzog y Ancic de Barrios, acompañaron lucidamente al piano varios números del programa[5]. Fuera de sus dotes de pianista, más importante, por cierto, fue su participación como médica en la Gota de Leche. Transcribimos la reseña, publicada en la revista Menéndez Behety, la que, obviando la afectación estilística propia de la época, trasunta su valer y prestigio como doctora de niños:

            DOCTORA ELENA ANCIC DE BARRIOS. Vice-Presidenta de la Gota de Leche. Es la Ciencia puesta graciosamente al servicio de la Caridad; con su sabio consejo enseña a las madres el mejor cuidado de sus hijos; vigila personalmente la salud de los huerfanitos del Asilo de Miraflores y de los pequeños protegidos de la Gota; practica visitas de inspección a los domicilios, recetando gratuitamente a los socorridos por esta Institución. Se puede decir que la dirección técnica de la Gota de Leche está bajo su inteligente cuidado y que lo lleva a cabo con tanto interés y talento que ha merecido por ello menciones especiales en las Memorias de la Gota de Leche y de la Liga de Damas Católicas de Magallanes[6].

            En la memoria anual presentada por la Sección Gota de Leche “Sara Braun” a la Presidenta del Comité Central, Sra. Josefina Menéndez de Braun y su Directorio, se consignaba, entre otros elogios y agradecimientos a distintas personas: Especial mención merece nuestra vice-presidenta, doctora Elena A. de Barrios, por su asistencia médica y gratuita, no solamente a los niños que concurren a la Gota, sino a las madres de los mismos, a quienes visita muchas veces en sus propios domicilios[7].

            En 1934 la familia, a instancias de Diógenes Barrios se trasladó a San Fernando, puesto que había adquirido un campo para pasar de odontólogo a agricultor, sin anestesia. La Dra. Ancic, entonces, aprovechó la coyuntura y cercanía con Santiago para perfeccionarse en pediatría -ya desarrollada como especialidad- bajo la supervisión de los profesores Aníbal Ariztía y Scroggie. Ejercía en San Fernando, principalmente en las comarcas rurales de la zona, nuevamente rechazada por sus colegas misóginos.

            En 1939, fracasada la aventura agrícola y, en vista de la proximidad del ingreso a la universidad de los hijos, la familia se mudó a Santiago. Allí la Dra. Elena Ancic de Barrios siguió ejerciendo la pediatría hasta el fin de sus días, falleciendo a la que hoy se consideraría temprana edad de 65 años, el 9 de enero de 1965. Según concluye su hija Esther: La “mami” murió con las botas puestas. Le dio un ataque de hemiplejia, y antes de eso estaba con un dolorcito, y para ella era un pecado no ir a servir al hospital, tanto niño que quedaba sin la atención de ella. Fue fundadora del Hospital Calvo Mackenna, que antes funcionaba en el edificio de las monjas. También tuvo en trabajo en Recoleta, en la calle El Manzano, en un dispensario del Seguro Obrero[8].




[1] Testimonio personal Sra. Esther Barrios, 2012.
[2] Ibíd.
[3] Actual esquina de Chiloé y José Menéndez, en donde funcionó por muchos años la Dirección del Servicio de Salud Magallanes
[4] Más información sobre estas entidades en el capítulo XIX.
[5] Revista Menéndez Behety, abril de 1926.
[6] Revista Menéndez Behety, mayo de 1926.
[7] Ibíd.
[8] Testimonio personal Sra. Esther Barrios, 2012.

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