martes, 21 de julio de 2015

VI. LOS PEDIATRAS (tercera parte)



En 1937 llegó el Dr. Jaime Barros Pérez-Cotapos, singular pediatra, político y nuevamente pediatra en las postrimerías de su vida. Nacido en Curicó el 3 de mayo de 1911, con Adriasola destacaba por su abnegación. Atendía a los hijos de los imponentes del Seguro Obrero, en la Gota de Leche “Sara Braun” y en los hospitales de Asistencia Social y Naval. En invierno cerraba su consultorio particular y se dedicaba exclusivamente a las atenciones domiciliarias, las que efectuaba hasta altas horas de la noche, interrumpidas sólo por su cena -que le era sagrada- en la Clínica Lagos. Descollaba en atletismo, y era aficionado a la fotografía. De físico corpulento, no era raro verle en los desfiles, colgando boca abajo de una rama de un árbol, intentando captar las mejores imágenes. En una ocasión debió ser auxiliado por los carabineros para bajar desde la cúpula de una iglesia, donde se había encaramado con el mismo propósito. Tenía una bicicleta tándem, en la que paseaba con su esposa los domingos. Militó en el Partido Regionalista.

Sirvió cinco años en Punta Arenas y luego se radicó en Valparaíso, sufriendo un accidente en una carrera de motocicletas en el circuito de Peñuelas, resultando con un traumatismo encéfalocraneano. Según el Dr. Alfonso Robles, habría sido como consecuencia de esta lesión que se dedicó a la política, llegando a ser uno de los más brillantes oradores del Senado de la República, en representación de Valparaíso[1]. Llegaba a las sesiones en motocicleta, con poncho y sombrero huaso, y saludaba con un ¿Cómo estaca? ¿Cómo le vaca? Famoso por sus discursos rimados, era el deleite de la prensa[2]. Era maoísta, y siendo expulsado del Partido Comunista por excesivamente revolucionario, fundó el movimiento Espartaco, de inspiración maoísta.

Dr. Jaime Barros Pérez-Cotapos

En 1973 y luego del golpe de estado, se le ofreció elegir para su relegación definitiva, Arica o Punta Arenas. Como Punta Arenas ya lo conocía, se trasladó a Arica. Allí se convirtió en hippie, y a todo el mundo trataba de “hermano”. Se compró una casa modesta y un viejo y ostentoso Oldsmobile deportivo, que mandó pintarrajear con flores y dibujos sicodélicos, y en el parachoques trasero un NO SE VENDE. Su llegada a las poblaciones obreras era acompañada de la algarabía de los niños que lo esperaban con ansias para recibir sus caramelos, cuando sabían que uno de sus vecinitos estaba enfermo de cuidado. Como a otros pediatras abnegados, le llamaban médico de los pobres, porque no cobraba. A pesar de sus antecedentes marxistas recetaba la imperialista Coca Cola y parches de papel de cigarrillo. Su consulta tenía columpios, y sus ideas políticas eran de la más completa extravagancia. Cultivó amigos de todas las tendencias, y fue gran conversador y amante de la buena mesa y la tertulia. Nombrado Hijo Ilustre de Arica, un cronista regional dice que no se murió de viejo, porque nunca lo fue, sino de cáncer el 22 de febrero de 2004, a la edad de 92 años[3].




[1] Testimonio personal Dr. Alfonso Robles Rivera, 2000.
[2] El autor de este libro recuerda haber leído una transcripción de una sesión del senado, en los años de 1960, en que,  refiriéndose y denostando  al propietario del diario “El Mercurio”, quien además era empresario avícola, decía: “¡Y desde su huevería de Reñaca, este señor se ha convertido en el mayor huevero de Chile! (Risas)”
[3] T. Bradanovic. Yo lo conocí: Jaime Barros Pérez-Cotapos.

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