En 1937 llegó el
Dr. Jaime Barros Pérez-Cotapos, singular pediatra, político y nuevamente
pediatra en las postrimerías de su vida. Nacido en Curicó el 3 de mayo de 1911,
con Adriasola destacaba por su abnegación. Atendía a los hijos de los
imponentes del Seguro Obrero, en la Gota de Leche “Sara Braun” y en los
hospitales de Asistencia Social y Naval. En invierno cerraba su consultorio
particular y se dedicaba exclusivamente a las atenciones domiciliarias, las que
efectuaba hasta altas horas de la noche, interrumpidas sólo por su cena -que le
era sagrada- en la Clínica Lagos. Descollaba en atletismo, y era aficionado a
la fotografía. De físico corpulento, no era raro verle en los desfiles,
colgando boca abajo de una rama de un árbol, intentando captar las mejores
imágenes. En una ocasión debió ser auxiliado por los carabineros para bajar
desde la cúpula de una iglesia, donde se había encaramado con el mismo
propósito. Tenía una bicicleta tándem, en la que paseaba con su esposa los
domingos. Militó en el Partido Regionalista.
Sirvió cinco
años en Punta Arenas y luego se radicó en Valparaíso, sufriendo un accidente en
una carrera de motocicletas en el circuito de Peñuelas, resultando con un
traumatismo encéfalocraneano. Según el Dr. Alfonso Robles, habría sido como
consecuencia de esta lesión que se dedicó a la política, llegando a ser uno de
los más brillantes oradores del Senado de la República, en representación de
Valparaíso[1]. Llegaba a las
sesiones en motocicleta, con poncho y sombrero huaso, y saludaba con un ¿Cómo estaca? ¿Cómo le vaca? Famoso por
sus discursos rimados, era el deleite de la prensa[2]. Era maoísta, y
siendo expulsado del Partido Comunista por excesivamente revolucionario, fundó
el movimiento Espartaco, de
inspiración maoísta.
Dr. Jaime Barros Pérez-Cotapos |
En 1973 y luego
del golpe de estado, se le ofreció elegir para su relegación definitiva, Arica
o Punta Arenas. Como Punta Arenas ya lo conocía, se trasladó a Arica. Allí se
convirtió en hippie, y a todo el mundo trataba de “hermano”. Se compró una casa
modesta y un viejo y ostentoso Oldsmobile deportivo, que mandó pintarrajear con
flores y dibujos sicodélicos, y en el parachoques trasero un NO SE VENDE. Su llegada a las
poblaciones obreras era acompañada de la algarabía de los niños que lo
esperaban con ansias para recibir sus caramelos, cuando sabían que uno de sus
vecinitos estaba enfermo de cuidado. Como a otros pediatras abnegados, le
llamaban médico de los pobres, porque
no cobraba. A pesar de sus antecedentes marxistas recetaba la imperialista Coca Cola y parches de papel de
cigarrillo. Su consulta tenía columpios, y sus ideas políticas eran de la más
completa extravagancia. Cultivó amigos de todas las tendencias, y fue gran
conversador y amante de la buena mesa y la tertulia. Nombrado Hijo Ilustre de
Arica, un cronista regional dice que no se murió de viejo, porque nunca lo fue,
sino de cáncer el 22 de febrero de 2004, a la edad de 92 años[3].
[1]
Testimonio personal Dr. Alfonso Robles Rivera, 2000.
[2] El
autor de este libro recuerda haber leído una transcripción de una sesión del
senado, en los años de 1960, en que,
refiriéndose y denostando al
propietario del diario “El Mercurio”, quien además era empresario avícola,
decía: “¡Y desde su huevería de Reñaca, este señor se ha convertido en el mayor
huevero de Chile! (Risas)”
[3] T.
Bradanovic. Yo lo conocí: Jaime Barros Pérez-Cotapos.
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