Otros pediatras, y de cuyas historias hablaremos a su debido momento, son Nino Valdés Vargas, Dante Hernández
Gallardo, Fernando Paredes, René Araya, Luis Núñez Godoy, Rosa Soto Vargas, Lidia
Amarales Osorio, Julio
Montt Vidal, Pedro Araneda Mancilla, Patricia Amarales Osorio, Matías Vieira
Guevara, otros que se nos escapan y los que llegaron más tarde. Se mencionará también a los cirujanos infantiles Roberto Carvajal, Juan Gross Mancilla, Juan Pablo Rider Legisos, Jimena Vila Contu y José Antonio Sepúlveda Cuevas. No olvidaremos a la neuróloga infantil Claudia
Amarales Osorio y a la psiquiatra Ada Bidart Conejeros.
La
doctora Dolores del Pilar Pavón Torres llegó a Punta Arenas en 1976, como una jovencita de 26 años muy estudiados y
poco vividos en cuanto a placeres se refiere. A un año de recibida como médico
cirujano, me hice cargo del policlínico de pediatría de la FACH en Magallanes,
del que salí arrancando apenas pude luego de pelearme con las esposas de los
uniformados, que exigían hiciera vida social con ellas. Compartía horario con
el Servicio de Pediatría del Hospital Regional, al que luego me fui con horario
completo. La consulta particular nunca me gustó, pero sentía que tenía que
realizarla porque era mi deber, y me fue todo lo bien que yo quise[1].
Este párrafo autobiográfico retrata a Dolores Loly Pavón de cuerpo entero: estudiosa e intensamente trabajadora,
dejando por ello de lado muchas actividades recreativas, y firme en sus
convicciones en una época en que no era fácil enfrentarse a miembros de las
fuerzas armadas. El ardor de sangre le viene, sin duda, de sus ancestros
españoles, que aflora en la vehemencia de sus dichos y de sus actos.
Dra. Dolores Pavón |
Continúa
la doctora Pavón: en pediatría hice casi
todas las especialidades, y lo más sufrido fueron los famosos turnos. Aún deben
recordar las chiquillas que me acompañaban: era todo un espectáculo de
inseguridades, pero exitosa, por suerte. Tuve de parte de todos mucha ayuda
para lograrlo. Al final, en cuanto a mis conocimientos, nunca fui más sabia que
entonces. Formábamos muchos grupos de estudio, y elucubrábamos filosofía en
nuestros largos cafecitos antes del poli.
Dolores Pavón se integró y
participó con entusiasmo en las actividades comunitarias, fue dirigente
gremial, participó en programas de la iglesia católica para apoyo a las mujeres
con disfunción familiar. No hacía diferencias entre un paciente del hospital y
otro de la consulta, ganándose el aprecio y cariño de mucha gente[2].
Entre las cosas extraordinarias que ocurrieron fuera
de mi labor como médico, está el haber conocido y entablado una bella -y todo
lo largo que se pudo- amistad con ese maravilloso gallego, poeta y periodista,
que le regaló a Magallanes algo que pocos lugares tienen: La Oración por
Magallanes, Fernando Ferrer. ¿Y qué decir de la magnífica pintura de mi
persona, realizada por mi gran amigo Dante Hernández? ¿Y la maravillosa talla
en roble regional del Quijote cansado?
Me vine a hacer cosas más fáciles para mí en Santiago,
ya que mis hijos entraron a la universidad. Soy magallánica por autoadopción y
regresaría con muchas ganas. ¡Qué tiempos aquellos!, con lo mucho bueno y lo
poco malo. Extraño los amaneceres y atardeceres de los bellos días blancos y
silenciosos… los chilcos resurgiendo entre las rocas, en el Paine, los lagos y
los ríos, y hasta ese frío tan especial. Y del viento, ni qué decir. Es tanto
lo que me dio esa tierra y me marcó. Soy lo que de mí hizo ella y todos
ustedes, junto con lo que me tocó vivir. Llegué con tan poco y me traje lo que
tengo y lo que sembré.
[1]
Testimonio personal Dra. Dolores Pavón, 2015.
[2]
Testimonio personal Dr. Ramiro González, 2015.
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