Egresadas del
Real Colegio de Matronas de Zadar (Dalmacia), llegaron Catalina Pericich,
Petronila Krzelj y Juana Milostic.
A juicio del Dr.
Florencio Middleton, doña Catalina reunía en sí todos los estándares de calidad
profesional, a juzgar por el siguiente
CERTIFICADO
Hemos tenido oportunidad de imponernos del diploma y
aptitudes de la Sra. Catalina Pericich, en el ramo de Obstetricia; y tenemos la
satisfaccion de decir que la Sra. nombrada reune todas las condiciones
necesarias para atender, como matrona, á las personas que quieran depositar en
ella su confianza, en la seguridad de ser oportuna y debidamente servida. La
Sra. Pericich ha hecho sus estudios en un acreditado colejio real de matronas
en Croacia, en donde fue debidamente examinada, aprobada y autorizada, con el
diploma respectivo, para ejercer su profesion, sometiéndose á las
prescripciones legales del pais. En consecuencia no dudamos de que el público
de Punta Arenas le acuerde la preferencia que merece.
Y para que conste, damos el presente certificado y autorizamos
su publicación en Punta Arenas de Magallanes á 10 de Julio de 1895[1].
Como Matilde del
Río, tanto Mercedes Valenzuela como María Guzmán Haussner eran tituladas en la
Universidad de Chile.
En 1906 se sumó
doña Benigna Silva, matrona y enfermera[2], en
coincidencia con el inicio de la tercera etapa de la matronería, que comenzaba
a ejercerse principalmente en los establecimientos hospitalarios.
Hacia
los años 30 y 40 se advertían antiguas y
nuevas profesionales, entre otras Leonor López de Condell, Olga Núñez, Graciela
Espinoza, Magdalena Scotti de Larravide, Mercedes Yutronic, Clementina Aspinall
de Amarales, Brisalia Uribe de Alarcón, Ester Céspedes, a las que al fin del
período se incorporó Ema Osorio Peric, la primera matrona universitaria
originaria de Magallanes,(…)[3].
Evoca Raquel Aedo, refiriéndose a
la atención de los recién nacidos en el Hospital de Asistencia Social a comienzos
de los años de 1950: Cuando recién
llegamos al hospital, en la noche crujía por todas partes. Era como tenebroso,
daba miedo. Las guaguas las llevábamos a mamar a la maternidad, que estaba
lejos de Recién Nacidos. La señora Clementina regaló un coche grande, de esos
antiguos, y ahí poníamos tres o cuatro guaguas. Porque salir de Recién Nacidos,
pasar por los pasillos oscuros en la noche, ir hasta la maternidad que quedaba
a una distancia no muy larga pero tampoco tan cortita, repartíamos las guaguas
a las señoras y las volvíamos a buscar con nuestro coche. La Marta Loaiza, que
era una persona muy alegre, muy chistosa, era auxiliar de enfermería, casi
siempre trabajó en maternidad, cuando le hicieron la despedida, porque
Maternidad era un servicio muy unido, estaban los médicos, el doctor Navarro[4], todos, contó que “nosotras cuando llevábamos a
mamar a las guaguas, yo lo que hacía, ponía a la guagua más guatona abajo”.
Nosotros tuvimos trillizos. La incubadora era un
cajón con un vidrio encima, dos puertecitas, dos ampolletas. Le poníamos un
riñón[5] con agua, que la teníamos que estar cambiando
constantemente para que produjera humedad. Ahí tuvimos a los trillizos, en el
hospital de la Diagonal Don Bosco. La mamá se llamaba Raquel Willmayer, trabajó
mucho tiempo en la cooperativa de ENAP. Ellos salieron adelante, y después
cuando estábamos trabajando en el hospital de Angamos llegó de enfermera una de
ellas, parece que era Pía. Eran dos mujeres y un hombre. Al hombrecito le
pusieron Víctor en honor del doctor Víctor Fernández Villa. Después de años
apareció la enfermera, era una bajita rubiecita. En esos tiempos no había
ecografía, ni nada de lo que hay ahora. Y refiriéndose a las primeras matronas
que ejercieron en el Hospital Regional inaugurado en 1953: Desde el hospital antiguo vino la señora Brisalia de Alarcón, la señora
Clementina de Amarales, mamá del doctor Jorge Amarales. “Doña Cleme”, le decía
todo el mundo. Áurea González también estuvo en el hospital de Angamos[6].
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