La
matronería es consustancial e imprescindible a la pediatría, puesto que provee
de la materia prima para el oficio. Se puede decir que hay cuatro etapas en su
práctica, y tal vez en Magallanes se replica la historia universal en este
sentido. Inicialmente ejercida por comadronas o parteras, mujeres que con pocos
conocimientos científicos pero con la habilidad que les daba el aprendizaje
práctico, asistían los partos en los domicilios. Respetadas por la comunidad,
en este caso la mayoría provenientes de Chiloé, acudían a toda hora y servían a
pobres y ricos. En una segunda etapa fueron llegando matronas con estudios
universitarios, situación que se produjo a fines del siglo XIX, las que atendían
y controlaban a las embarazadas en sus consultas, y en sus comienzos, y por no
haber hospital -o por exigencia de las clientas- seguían asistiendo los partos
en domicilio. En la tercera etapa, ya avanzado el siglo XX, se fue prefiriendo
la atención hospitalaria, con matronas contratadas por los nosocomios, con lo
cual los riesgos de fatalidades fueron disminuyendo progresivamente. Y
finalmente y hasta la actualidad, las matronas fueron diversificando su
quehacer, y no solamente asisten partos sino también tienen una labor
primordial en los establecimientos de atención primaria, especialmente en el
aspecto educativo y en el control de las embarazadas, pesquisando patologías, y
otras como los controles de las puérperas y sus retoños, y la planificación
familiar. También han asumido la enfermería del recién nacido, siendo
fundamentales en la unidades de neonatología, donde se ha experimentado un
progreso asombroso desde fines siglo XX[1]. Y, como se
verá más adelante, en esta etapa comienza el inicialmente controvertido ingreso
de los varones a esta noble profesión.
Entre
las comadronas o parteras de la primera etapa figura el registro de una tal
Toribia Benavides, quien falleció en los sucesos del motín de los Artilleros en
1877[2].
En
todo caso, y dada la corriente inmigratoria de fines del siglo XIX y comienzos
del XX, el aumento de la población se hacía más por este fenómeno que por
nacimientos.
Sucedía
a veces que los partos se producían en donde les llegara la hora, sin
posibilidad de contar con el auxilio ni de partera ni de matrona, como era el
caso del mundo rural. Si no había una familiar o vecina con experiencia, tenía
que asumir la responsabilidad el padre de la criatura, o bien la parturienta
valerse por sí misma. Lo prueba lo
acontecido en Laguna Romero, en un puesto de ovejero de la antigua estancia
“Dinamarquero” (…) Allí Susan Cameron de Stewart dio a luz con toda felicidad a
una creatura de sexo femenino, luego bautizada Jessie, el día 10 de octubre de
1903.(…)Mac Lean y su esposa Mary Ann Cameron, en tanto que pobladores rurales,
fueron padres de trece hijos nacidos entre 1895 y 1920, de los cuales ocho
nacieron en pleno aislamiento campesino y el resto en el naciente Puerto
Natales, todos los cuales vivieron hasta una edad muy avanzada (…)[3]. Es una notable
demostración de las aptitudes paridoras de las hermanas Cameron, y de su buena
suerte. Cualquier complicación posiblemente hubiera llevado a la muerte de la
madre o de su recién nacido, pasando por
el seguro daño cerebral si alguno hubiese sobrevivido a una asfixia perinatal.
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