martes, 6 de octubre de 2015

X. LAS MISIONES: UN GENOCIDIO BIEN INTENCIONADO (primera parte)


            El porqué de la rápida extinción de las razas aborígenes en la Patagonia tiene miradas con distintos cristales. Cualquier apasionamiento en estas consideraciones las hará pecar de sesgadas, y quizá aún faltan algunos años de análisis histórico para poner las cosas en su justa medida. Es cierto, eso sí, que de muchos factores que pudieron ser determinantes en esta tragedia, hay tres que son de indudable peso: la oleada de buscadores de oro, la oleada de las grandes empresas ganaderas, y la oleada de misioneros. Mucho se ha escrito y dicho sobre las dos primeras, de modo que haremos sobre ellas un repaso somero, para detenernos extensamente en la tercera, que es más atingente a este libro[1].
            Hasta el descubrimiento del oro en la isla de Tierra del Fuego en 1878 la relación de los colonos con los indígenas era más bien pacífica, y éstos realizaban trueques de pieles y plumas por tabaco, licor y víveres. El codiciado metal atrajo la llegada de pirquineros con ganas de trabajar y hacer fortuna, pero además llegó una caterva de aventureros y facinerosos. La diversión brutal con alguna india de las que merodeaban por los asientos… significó que las relaciones entre mineros y los onas fueran en extremo violentas. Muchas veces aquellos que disponían de armas maltrataron a los indígenas, arrebatándoles sus mujeres y ocasionándoles heridos o muertos, respondiendo los naturales con asaltos a los campamentos[2]. Este intercambio carnal, en este caso forzado, habría sido el inicio de las enfermedades de transmisión sexual, hasta entonces desconocidas por los aborígenes. No había autoridad legal, y el rumano Julius Popper estableció un gobierno aparte en sus minas de oro, llegó a acuñar monedas, introdujo sellos postales, y contaba con ejército propio. La fiebre del oro también atrajo a aventureros de los bajos fondos de Europa. Cuando éstos se encontraban con indígenas, las consecuencias para los mismos eran funestas. El indio tenía fama de ser un enemigo peligroso, en cuyo territorio no se había adentrado hasta entonces ningún europeo. Cuando se acercaba a tiro de fusil lo mataban sin miramientos. Siempre luchaba en la defensiva con desventaja. No faltaban las peores violencias contra las indias[3]. Hay muchas y más atroces descripciones de varios autores, las que omitiremos por lo ya expresado más arriba.
            Cuando aún se mantenía este estado de cosas con la minería del oro, hacía su irrupción la ganadería, con la concesión de millones de hectáreas a las grandes sociedades por parte del estado. Vino el cercado de las propiedades, el maltrato a los indígenas, el robo de ganado por parte de los mismos, en suma, la violencia desatada[4]. Citamos a Borrero, autor de “La Patagonia Trágica”: … el primer trabajo a realizar era la destrucción y exterminio de los indios, como para formar una “chacra” se extirpan y destruyen previamente árboles, raíces y malas hierbas[5].
Jóvenes yámanas
1882

            Ya hacia 1851 se establecían las primeras misiones anglicanas en las comarcas aledañas al Canal Beagle, las que dirigían sus esfuerzos evangelizadores principalmente a la etnia yámana. La primera expedición con dicha intención terminó con la dramática muerte de Allan Gardiner y sus compañeros[6]. Otro intento, en 1859 en Wulaia, situada en la costa oeste de la actualmente llamada Isla Navarino, dejó sólo un sobreviviente, siendo los demás masacrados por los aborígenes. Finalmente, diez años después, el 14 de enero de 1869, el reverendo Waite H. Stirling desembarcó en Ushuaia con su famosa casa prefabricada en las Malvinas[7]. Esta vez sí se dio inicio en forma a un establecimiento misional, y a poco andar y en lo que atañe a los niños yámanas, ya había una construcción llamada el Orfanato, un hogar para niños huérfanos yaganes que estaba a cargo del matrimonio Whaits. Algo más alejada estaba la casita Stirling, que en aquellos tiempos también se usaba como iglesia, sala de reunión y escuela[8]. Como consecuencia no deseada, hacia 1882 este pueblo estaba severamente diezmado por la tuberculosis[9].



[1] M. Martinic. Op. cit. Págs. 158 - 166.
[2] M. Martinic. Panorama de la colonización en Tierra del Fuego entre 1881 – 1900.
[3] M. Gusinde. Op. cit.
[4] F. Aliaga. La Misión en la Isla Dawson (1889 – 1911).
[5] Citado por M. S. Orellana en: La misión salesiana en Isla Dawson: intento por evitar la extinción fueguina (1887 - 1911).
[6] Ver capitulo V.
[7] Actualmente la casa Stirling integra el complejo museológico de Puerto Williams.
[8] L. Bridges. Op. cit. Pág. 64.
[9] M. Martinic. Op. cit. Pág. 163.

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