martes, 13 de octubre de 2015

X. LAS MISIONES: UN GENOCIDIO BIEN INTENCIONADO (tercera parte)


Y continúa Bridges: Cuando mi padre regresó de Punta Arenas, lo peor había pasado, aunque los yaganes seguían muriendo en gran cantidad; recuerdo haberlo visto salir, tanto los domingos como los días de semana, con un pico y una pala al hombro y luego regresar extenuado muy tarde por la noche. A poca distancia, en un establecimiento aislado, encontraron una familia entera muerta, salvo un niñito que mi padre trajo a casa y que mi madre y mi tía cuidaron hasta que una mujer indígena pudo hacerse cargo de él[1].


Misión de Ushuaia
¡Qué cambio se produjo! Caseríos abandonados, huertas invadidas por la maleza, ganado carneado por hambre o vendido por alcohol o escopetas de tercera categoría, y lo peor de todo, un pueblo temeroso, debilitado por la enfermedad y asolado por la muerte. La obra de la Misión estaba condenada a morir[2]. Se culpaba a las autoridades argentinas por haber diseminado el sarampión con sus donaciones de ropas para los indígenas, lo que naturalmente no tenía asidero alguno. Murieron en pocos meses cerca de seiscientos indios de los mejores y mas civilizados, de aquellos que habian constituido ya pequeñas poblaciones, pues de los indios nómades murieron pocos. Este fué el primer rudo golpe dado á la prosperidad de la mision de Ushuaia[3].
            No menos, sino más patético era lo que ocurría en la vereda del frente con las misiones católicas, como se verá en las siguientes páginas.
Con la intención de cumplir el sueño de Don Bosco de evangelizar y civilizar a los habitantes originarios de la Patagonia, arribaron a nuestras costas los Salesianos y las Hijas de María Auxiliadora. Su líder natural, por así decirlo, fue el notable sacerdote y obispo Giuseppe Fagnano. Arribado inicialmente a la Tierra del Fuego argentina, acompañando a las primeras incursiones militares colonizadoras en estos territorios, rápidamente se dio cuenta del desmedro en que se encontraban los indígenas, tanto por su propia naturaleza como por los abusos que se cometían en su contra[4].
            No escapó al sacerdote la constatación del efecto deletéreo que provocaba sobre los aborígenes el contacto con los gérmenes que transmitía el hombre blanco. Sobre un grupo que había llevado a establecerse en Punta Arenas escribía: … vi con mucho sentimiento que las dos familias iban sufriendo en su salud, tanto que a pesar de los cuidados del Sr. Dr. Lautaro Navarro y de las Hijas de María Auxiliadora perecieron del pulmón todos los individuos. Entonces, pensé en ensayar en la Isla Dawson…[5] 
Aparte de las misiones itinerantes, los salesianos establecieron fundamentalmente dos reducciones: una de ellas fue San Rafael (1889 – 1911), para lo cual consiguieron por parte del gobierno de don José Manuel Balmaceda la cesión por veinte años de la enorme Isla Dawson, de unos 1.330 km2, por decreto supremo del 11 de junio de 1890, con el objeto de establecer ahí una capilla, una enfermeria y una escuela destinada a la enseñanza de los indíjenas, además de las construcciones que se creyeren necesarias para la esplotacion de los terrenos[6]. Este decreto no hizo más que oficializar el asentamiento salesiano en la isla, puesto que la misión de hecho se fundaba el 4 de febrero de 1888, es decir, más de dos años antes. Se habían establecido en Bahía Harris, en donde intentaban establecer contacto con los kawéskar. Un muchacho de unos quince años fue el primero en vencer el temor; se deja cortar el cabello y luego después el hermano Silvestro, llevándolo a orillas del mar lo enjabona de pies a cabeza… lo viste con camisa, chaleco, chaqueta y un sombrerito rojo en la cabeza. Luego lo presenta a los demás indios quienes quedan boquiabiertos anta la transformación de su compañero…[7]




[1] L. Bridges. Op. cit. Págs. 120 -122.
[2] L. Bridges. Op. cit. Pág. 131.
[3] Periódico “El Magallanes”, 9 de junio de 1885.
[4] M. Martinic. Centenario del cierre de la misión de Dawson.
[5] F. Aliaga. Op. cit.
[6] Periódico “El Magallanes”, 18 de marzo de 1894.
[7] Simón Kusmanich B. SDB. Presencia Salesiana. 100 años en Chile. Editorial Salesina. 1990. Citado por M. S. Orellana en La misión salesiana en Isla Dawson: intento por evitar la extinción fueguina (1887 – 1911).

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