lunes, 19 de octubre de 2015

X. LAS MISIONES: UN GENOCIDIO BIEN INTENCIONADO (quinta parte)


¿Cómo y por qué llegaban los indígenas a las misiones? Algunos ganaderos dejaron de pagar una libra esterlina por cabeza de aborigen, y en cambio les pagaban esa misma cantidad a los misioneros para que se hicieran cargo[1]. Unos llegaban en forma voluntaria y, los más, prácticamente arreados por las autoridades. Los gobiernos se identificaban con las grandes empresas ganaderas, que de ellas dependía el progreso y desarrollo de la zona, y los indígenas constituían un estorbo. No cesaba la violencia, y a lo largo de 1894 se sucedieron una serie de enfrentamientos especialmente sangrientos entre blancos e indígenas, con muertes por ambos bandos, y a propósito de una de ellas, en que resultó muerto a hachazos el capitán de un cutter, “El Magallanes” escribía:
Estas escenas trájicas se repiten con alguna frecuencia en el estrecho de Magallanes y han costado la vida á muchos individuos. Lo sucedido á la Teresita B. ha tenido lugar á mui pocas millas de la Isla Dawson, punto donde está situada la misión de los Padres Salesianos. Mas aun, una de la cuatro embarcaciones que llevaban los indios, no era una canoa de las que ellos construyen, sino una chata. Los indios, según declaran Sgonvich y Ferreira, hablaban español mui correcto, de donde deducen esos dos infelices que los indios que los han asaltado son de los que frecuentan la misión salesiana de la Isla Dawson.

¿Que remedio debe adoptarse para evitar atentados como el que referimos?
Hemos oido á los mismos sacerdotes salesianos que nada debe esperarse de los indios fueguinos adultos los que son refractarios á toda civilizacion. Entónces que se haga una campaña para recojerlos y distribuirlos en donde no puedan hacer daño.
El Gobierno de Chile subvenciona con una buena suma las misiones salesianas de Isla Dawson. Si esto no produce efecto adóptese otro medio, pues es realmente vergonzoso que en el Estrecho de Magallanes, frecuentado diariamente por vapores se desarrollen escenas de sangre como las que relatamos.
En último caso, hágase una campaña de exterminio contra los indios adultos y déjese los niños á cargo de los salesianos ya que ellos creen poder civilizarlos, pero que no veamos repetirse escenas como la anterior que avergüenzan a un país como Chile que ocupa un rango entre las naciones civilizadas.
Hay circunstancias en que la cruz no produce efecto; adóptese, pues, la espada y el rifle, pero es preciso concluir con esto[2].
Estas desafortunadas opiniones probablemente provocaron el alzamiento de algunas voces de protesta -eclesiásticas, con toda seguridad- ya que fueron reconsideradas y corregidas en una edición posterior del mismo periódico, el que terminó por editorializar, una semana más tarde[3]:
CIVILIZACION Y BARBARIA
El sangriento episódio de que fué teatro la Bahía Hidden (…) ha puesto á la órden del día el problema del destino de la raza indíjena en Magallanes. El Supremo Gobierno ha concedido en arriendo las estensas pampas de la Patagonia y de la Tierra del Fuego, donde antes encontraban fácil ocupacion y alimento abundante en la caza del huanaco y de la aveztruz las numerosas tribus nómades que poblaban aquellas comarcas. Los alambrados cierran ahora el paso a los indios; el aveztruz tiende á desaparecer y el huanaco cede sus pastosos campos á la oveja. (…) el fueguino ha tenido que retroceder hacia el mar y la rejion boscosa (…) y las dificultades para proporcionarse alimento crecen dia á dia, no siendo raro que pague con su vida la caza de algún huanaco blanco.
¿Qué argumento sería bastante poderoso para hacer comprender á estos indígenas el lejítimo proceder del hombre civilizado al establecerse ahí y defender con el rifle sus rebaños?
¿Quién los convencerá de que es justo y equitativo el haberlos desposeido á ellos de los medios que les había concedido la naturaleza para alimentarse y vivir? ¿Para qué quiere el hombre blanco tanto ganado?
Si los indios piensan que no hai nada mas bárbaro que la civilizacion, están en la verdad. Porque la civilizacion, que estaba en el deber de hacerlo no ha tomado en cuenta la situacion en que los dejaba á ellos al invadir estas rejiones; el indio no tiene nociones de derecho ni de propiedad; cree con razon que todo lo creado pertenece por igual á todos los habitantes; la tierra al que en ella nace, el cuadrúpedo á quien lo caza. ¿Como podrá jamas aceptar que los estranjeros tengan derecho á ocupar las tierras en que ellos vivian y á cazar los huanacos y que a su vez los indios no lo tengan para cazar la oveja ni para vivir en las comarcas en que siempre han vivido antes?
Es la lucha entre la civilizacion y la barbaria. Como siempre esta última ha de ser vencida, y justo es que lo sea: el carro de la civilizacion y el progreso de la humanidad no puede detener su marcha hácia adelante por un puñado de bárbaros. Pero la lucha ha de convertirse para estos en lucha desesperada para la vida si la civilizacion no hace algo para asimilárselos y por reemplazarles los medios de existencia de que los vá privando en su avance incesante.
(…) ¿Qué hemos hecho para suplir los bienes que les hemos quitado? Nada. ¿Qué hemos hecho para enseñarles á buscar la satisfaccion de sus necesidades en la industria, en el trabajo? Nada tampoco.
(…) fuerza es que acudan al robo y al pillaje de los ganados de las haciendas para alimentarse y vivir. Hacen exactamente lo que haria un hombre civilizado en iguales circunstancias.
Creemos haber hecho lo bastante con subvencionar y entregar á la Congregacion Salesiana la Isla Dawson para civilizar los indios. Pero los medios de que disponen y la obra civilizadora de los padres salesianos apénas ha alcanzado á los indios yaganes[4] (…) Los onas (…) ninguno de ellos ha pisado jamás en la isla Dawson y la influencia bienhechora de la civilizacion no ha llegado por lo tanto hasta ellos.
Los onas se han refujiado (…) en el fondo de la bahia Inútil. (…) ¿Qué va á ser de ellos ahora que la compañia explotadora de la Tierra del Fuego ha comenzado á alambrar esos campos y á poblarlos de ovejas y bien armados pastores?
Consideramos que ha llegado el momento de tomar alguna medida. No sabemos hasta adonde puede llevar á los indios la desesperacion de la necesidad y de su situacion, ni hasta adonde puede llegar el celo de los ovejeros por la defensa de lo que á mui justo título creen su propiedad[5].



[1] F. Aliaga. Op. cit.
[2] Periódico “El Magallanes”, 11 de marzo de 1894.
[3] Inicialmente “El Magallanes” aparecía dos veces por semana.
[4] Editorial publicado a comienzos de 1894. Más adelante fueron llevados a la misión una gran cantidad de sélknam.
[5] Periódico “El Magallanes”, 18 de marzo de 1894.

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