sábado, 7 de noviembre de 2015

X. LAS MISIONES: UN GENOCIDIO BIEN INTENCIONADO (novena parte)


En su libro de 1897 Robustiano Vera expresa juicios absolutamente reñidos con las impresiones que van quedando en nuestro entendimiento tras examinar los escritos de los Bridges, de Gusinde, de Fagnano y de tantos laicos imparciales que fueron testigos de las costumbres de los indígenas. Frases como: Los indíjenas de allí son los últimos en el nivel de la raza humana i por eso nada mas difícil que educar i civilizar a salvajes en condiciones tan inferiores a toda raza conocida[1] son desafortunadas en extremo, y sólo revelan la ignorancia de quien nunca tuvo contacto con estas gentes. Éste y otros pasajes de su libro, en que describe costumbres que no se encuentran en otros escritos, demuestran que la antropología indígena no era el fuerte de don Robustiano. No obstante, en otras materias aportaba datos interesantes, especialmente en lo que se refiere a la colonización de Magallanes, y en lo que respecta  a los niños en San Rafael, decía que Los niños ocupan un galpón que es taller i escuela, a la vez que dormitorio. Las niñitas se reciben en la escuela titulada de María Auxiliadora. A todos se les enseña a leer, escribir, el catecismo i nociones mui elementales de jeografia y aritmética. Los maestros son, como se ha dicho, italianos i por lo tanto, no son los mas aptos para la enseñanza del castellano i poderse hacer comprender de sus educandos[2].

Misión San Rafael
En 1901 se presentaba en Dawson el P. Pablo Albera, Visitador Extraordinario de las Obras Salesianas de América. Su secretario anotaba: Esta desventurada raza parece que está destinada a perecer, tanto por la guerra que se les hace para destruirla, como por enfermedades importadas por extranjeros, contribuyendo también mucho la pérdida de sangre que degenera en tisis[3].
Tal como el sarampión en las misiones anglicanas, el golpe de gracia en Dawson parece haber sido la escarlatina: Después de la epidemia de escarlatina de 1905, la misión comienza a agonizar. Les atacó a los pobres indígenas a casi todos simultáneamente. Una fiebre elevadísima parecía devorarlos. Se les aconsejaba no se movieran de la cama y que tomaran en abundancia bebidas calientes y sudoríferas que les proporcionaban amenazándoles que si no obedecían morirían inevitablemente. Hablar al viento. Apenas quedaban solos salían de la cama, recostándose sobre el suelo, bebiendo agua fría cuanto más podían. Tenderse sobre la hierba fresca era para ellos el mayor alivio. La muerte hizo estragos y contados fueron los atacados que no sucumbieron. La misión se redujo casi a la nada[4]. Obviando lo dramático del relato, los aborígenes parecían bastante más acertados que los padres salesianos en cuanto al manejo de la fiebre.
Entre 1905 y 1906 fueron además víctimas de una epidemia de viruela que diezmó a casi toda la población tehuelche, y en la misión quedaron solamente 82 fueguinos. Según el censo de 1906, (…) el uso de vestidos, el cambio de alimentación, de comidas preparadas i calientes, el dormir bajo techo i con cierto abrigo, parece que lejos de serles beneficioso les ha sido fatal[5]. Vera ya había advertido en 1897: Se nota que el indio fueguino, una vez que se le arranca de sus costumbres i se le civiliza, le entra tisis galopante i fallece. No se sabe a qué atribuir este resultado[6].  
Pese a todas las evidencias en contrario, se sucedieron hasta el final de la misión las controversias y rumores respecto a la intención civilizadora de los salesianos. En 1909 Se reciben noticias de la isla Dawson respecto al maltrato dado a los indígenas relegados en ese lugar. Las autoridades esperan mayores antecedentes para intervenir[7]
El 23 de septiembre de 1911, después de 22 años, siete meses y 20 días, se embarcaron con destino a Punta Arenas 10 salesianos, 4 hijas de María Auxiliadora y 25 indígenas que serían enviados a la Misión de La Candelaria en Argentina[8] [9]. La viruela, la tuberculosis, la escarlatina y otras enfermedades habían acabado con el resto[10].



[1] R. Vera. Op. cit. Pág. 269
[2] R. Vera. Ibíd. Pags. 337 - 338.
[3] F. Aliaga. Op. cit.
[4] F. Aliaga. Ibíd.
[5] M. S. Orellana. Op. cit.
[6] R. Vera. Op. cit. Pág. 379.
[7] S. Fugellie: Op. cit. Pág. 20.
[8] M. Martinic. Centenario del cierre de la misión de Dawson.
[9] F. Aliaga. Op. cit.
[10] M. Vieira. Op. cit.

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