En su libro de
1897 Robustiano Vera expresa juicios absolutamente reñidos con las impresiones
que van quedando en nuestro entendimiento tras examinar los escritos de los
Bridges, de Gusinde, de Fagnano y de tantos laicos imparciales que fueron
testigos de las costumbres de los indígenas. Frases como: Los indíjenas de allí son los últimos en el nivel de la raza humana i
por eso nada mas difícil que educar i civilizar a salvajes en condiciones tan
inferiores a toda raza conocida[1] son desafortunadas en extremo, y sólo
revelan la ignorancia de quien nunca tuvo contacto con estas gentes. Éste y
otros pasajes de su libro, en que describe costumbres que no se encuentran en
otros escritos, demuestran que la antropología indígena no era el fuerte de don
Robustiano. No obstante, en otras materias aportaba datos interesantes,
especialmente en lo que se refiere a la colonización de Magallanes, y en lo que
respecta a los niños en San Rafael,
decía que Los niños ocupan un galpón que
es taller i escuela, a la vez que dormitorio. Las niñitas se reciben en la
escuela titulada de María Auxiliadora. A todos se les enseña a leer, escribir,
el catecismo i nociones mui elementales de jeografia y aritmética. Los maestros
son, como se ha dicho, italianos i por lo tanto, no son los mas aptos para la
enseñanza del castellano i poderse hacer comprender de sus educandos[2].
Misión San Rafael |
En 1901 se
presentaba en Dawson el P. Pablo Albera, Visitador Extraordinario de las Obras
Salesianas de América. Su secretario anotaba: Esta desventurada raza parece que está destinada a perecer, tanto por
la guerra que se les hace para destruirla, como por enfermedades importadas por
extranjeros, contribuyendo también mucho la pérdida de sangre que degenera en tisis[3].
Tal como el
sarampión en las misiones anglicanas, el golpe de gracia en Dawson parece haber
sido la escarlatina: Después de la
epidemia de escarlatina de 1905, la misión comienza a agonizar. Les atacó a los
pobres indígenas a casi todos simultáneamente. Una fiebre elevadísima parecía
devorarlos. Se les aconsejaba no se movieran de la cama y que tomaran en
abundancia bebidas calientes y sudoríferas que les proporcionaban amenazándoles
que si no obedecían morirían inevitablemente. Hablar al viento. Apenas quedaban
solos salían de la cama, recostándose sobre el suelo, bebiendo agua fría cuanto
más podían. Tenderse sobre la hierba fresca era para ellos el mayor alivio. La
muerte hizo estragos y contados fueron los atacados que no sucumbieron. La
misión se redujo casi a la nada[4]. Obviando lo
dramático del relato, los aborígenes parecían bastante más acertados que los padres
salesianos en cuanto al manejo de la fiebre.
Entre 1905 y
1906 fueron además víctimas de una epidemia de viruela que diezmó a casi toda
la población tehuelche, y en la misión quedaron solamente 82 fueguinos. Según
el censo de 1906, (…) el uso de vestidos,
el cambio de alimentación, de comidas preparadas i calientes, el dormir bajo
techo i con cierto abrigo, parece que lejos de serles beneficioso les ha sido
fatal[5]. Vera ya había
advertido en 1897: Se nota que el indio
fueguino, una vez que se le arranca de sus costumbres i se le civiliza, le
entra tisis galopante i fallece. No se sabe a qué atribuir este resultado[6].
Pese a todas las
evidencias en contrario, se sucedieron hasta el final de la misión las
controversias y rumores respecto a la intención civilizadora de los salesianos.
En 1909 Se reciben noticias de la isla
Dawson respecto al maltrato dado a los indígenas relegados en ese lugar. Las
autoridades esperan mayores antecedentes para intervenir[7]
El 23 de
septiembre de 1911, después de 22 años, siete meses y 20 días, se embarcaron
con destino a Punta Arenas 10 salesianos, 4 hijas de María Auxiliadora y 25
indígenas que serían enviados a la Misión de La Candelaria en Argentina[8] [9]. La viruela, la
tuberculosis, la escarlatina y otras enfermedades habían acabado con el resto[10].
[1] R. Vera. Op. cit. Pág. 269
[2] R. Vera. Ibíd. Pags. 337 - 338.
[3] F. Aliaga. Op. cit.
[4] F.
Aliaga. Ibíd.
[5] M.
S. Orellana. Op. cit.
[6] R. Vera. Op. cit. Pág. 379.
[7] S. Fugellie: Op. cit. Pág. 20.
[8] M. Martinic. Centenario del
cierre de la misión de Dawson.
[9] F. Aliaga. Op. cit.
[10] M. Vieira. Op. cit.
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