sábado, 21 de noviembre de 2015

XI. MEDIO AMBIENTE Y SALUD INFANTIL (cuarta parte)


Como consecuencia de la toma de conocimiento de las deficientes condiciones sanitarias que afectaban a gran parte de población, se dio nuevo impulso a estas obras, de tal modo que a inicios de la década de 1940 dos tercios de la población regional dispusieron de servicios de agua corriente, dotación que en Punta Arenas superó el 75 % de las viviendas, y en Puerto Natales y Porvenir el 45 %; y que las redes cloacales sirvieran al 63 % de los habitantes, pero con una neta desigualdad, pues en Punta Arenas la dotación llegó a cubrir el 70 % de las casas, en tanto que en los otros dos centros urbanos provinciales se carecía por completo de tal servicio, con carácter general[1].

Hospital de Caridad
Con lo que podríamos calificar como macroambiente, vale decir, el aire puro manifestado a veces como poderosos vientos huracanados, el frío congelante, el sol rutilante del verano, las nieves y lluvias del invierno, no había problemas sanitarios. La contaminación provocada por el ser humano en el espacio común pueblerino y en la disposición de residuos domiciliarios y fecales, pese a toda lógica, tampoco alcanzó a desencadenar las enfermedades temidas. Lo que sí probó ser nefasto fue el medio ambiente puertas adentro: hacinamiento, mala ventilación, falta de higiene, deficiencias nutricionales, alcoholismo, humo de cocinas y tabaquismo, que se confabularon con la ignorancia sanitaria para desencadenar la mayor tragedia, que fue la muerte de gran parte de la población, especialmente infantil, por tuberculosis[2].
Según Fenton también el uso excesivo del carbón de leñadura y una insuficiente ventilación en las cocinas populares afectaban las vías respiratorias y facilitaban el desarrollo de enfermedades bronquiales[3].
Se hablaba, hacia mediados del siglo XX, de regular el funcionamiento de los mataderos, y el Jefe Sanitario Provincial Dr. Juan Damianovic, manifestaba que al mejorar el agua potable la ciudad de Punta Arenas podría ser considerada como una de las más higiénicas del país[4]. Entretanto y sin embargo, puede manifestarse que el deficiente servicio de agua potable es un permanente atentado a la salud colectiva, como ha quedado evidenciado con el brote epidémico de paratifus-B aparecido el año pasado[5].
Este servicio llegaba a la mayoría de las casas, pero se consideraba insuficientes los tres filtros de arena con que se potabilizaba. Se aseguraba que un filtro de arena (…) en condiciones técnicas ideales, proporciona un agua que pierde el 99 % de las bacterias, pero en Punta Arenas la insuficiente filtración (…) hace variar totalmente dicho coeficiente. Asimismo (…) no se clora, de tal manera que es susceptible de convertirse en agente transmisor de enfermedades[6]. Constituían, por cierto, notables avances el aumento de la red de desagües y el Laboratorio Químico Bromatológico Municipal, que analizaba los productos lácteos y embutidos que llegaban de Argentina en viajes prolongados y sin la refrigeración adecuada[7]. Hitos importantes, que irían incidiendo favorablemente en el control de las enfermedades infecciosas[8].




[1] M. Martinic. LA MEDICINA EN MAGALLANES. Pág. 184.
[2] Ver capítulo XIV.
[3] M. Martinic. Op. cit. Pág. 86.
[4] Revista “En Viaje”, febrero de 1944.
[5] Ibíd.
[6] Ibíd.
[7] Ibíd.
[8] M. Vieira. Magallanes y la lucha contra las enfermedades infecciosas en los niños (Parte II)

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