martes, 17 de noviembre de 2015

XI. MEDIO AMBIENTE Y SALUD INFANTIL (tercera parte)


En septiembre de 1895, el Injeniero Civil Federico Sibillá documentaba en El Magallanes su propuesta para la instalación de agua potable en la ciudad, afirmando que el agua con que se abastezca la ciudad debe poseer una proporción conveniente de sales de cal y magnesio [carbonatos] que á la par que le dan sabor agradable, constituyen fuentes de donde se renuevan los ajentes similares del organismo humano.
Proponía sistemas para llevar agua potable a las partes altas de la ciudad, así como hasta el muelle para abastecer a las naves. Afirmaba que por motivos presupuestarios solo se podrá proveer de agua una sola calle, es decir, solo alcanza á colocarse la cañeria matriz o surtidora, pudiéndola aprovechar únicamente los vecinos que tengan la suerte de quedar en las inmediaciones de ella hasta media cuadra en el sentido trasversal. Bastante mezquino parecía ser el aporte presupuestario para el agua potable de Punta Arenas, aunque las autoridades afirmaban que al cabo de dos años habría red ductal suficiente para abastecer de abundante agua a las casas, al muelle y a los bomberos. Y continuaba el ingeniero Sibillá:
Sin embargo, de los vecinos depende obtener tal servicio ántes de que espire el año; en efecto, debiendo quedar colocada en Octubre la cañeria surtidora, la colocacion de la distribuidora, incluso estanques purificadores y reguladores, podria hacerse en dos meses mas, si hubiera vecinos suficientemente filántropos que quisieran formar una Empresa de Agua Potable, allegando los fondos necesarios para encargar a Europa el resto de la cañeria y hacer frente a la colocacion.
Mostrando cifras y proyecciones, aseguraba un reembolso del capital en cinco años, y luego un interés de 16 % con el  mínimo de consumo de agua. Curioso concepto de la filantropía tenía Sibillá. Y concluía con una notable propuesta que, si bien no atañe a este capítulo, la incluimos por considerar interesante su particular idea de este emprendimiento: (…) podria aun, sin mayor gasto, ampliar los fines de una distribucion de agua potable: como en este caso la cañeria debe estar alejada de todo peligro de conjelar el agua contenida, podria disponerse de un manantial de fuerza hidráulica adaptable á mover una turbina, suficientemente poderosa para proporcionar doce caballos de fuerza, los que utilizados de noche para mover un dínamo eléctrico, podrían proporcionar 225 lámparas incandescentes, número suficiente para alumbrar toda la noche las calles de Punta Arenas, 16 horas; el comercio ó clubs durante 8 horas.
No hay necesidad de comparar la calidad de luz actual, la parafina, á la luz eléctrica, pues aparte del brillo, la última tiene la ventaja de ser contra incendios, circunstancia que no es de despreciar en Punta Arenas donde las construcciones son en jeneral de madera[1].

Por aquellos años se consideraba que, de instalarse el agua potable, le fuente lógica y natural sería el río de las Minas. El delegado de gobierno Mariano Guerrero Bascuñán, de efímero pero productivo gobierno -duró seis meses en el cargo- , refería que le habían contado que en las hondonadas de los cerros cercanos a Punta Arenas existía una gran laguna (…) e insinuaba la posibilidad de  estudiar esta fuente y no continuar con la del río de las Minas, que arrastra elementos en descomposición[2]. En 1897 escribía Robustiano Vera: El agua que se consume (…) está corrompida por las filtraciones (…). Se espera en esa ciudad pestes i toda clase de enfermedades ¿i podrá el Gobierno ser indiferente? Se deber le llama a pensar sériamente en prevenir este mal[3].
Tanta preocupación por la calidad del agua era más que justificada, pero las terribles enfermedades vendrían, con el cambio de siglo, no por el agua sino por el aire[4]. Y a pesar de tanto pesimismo, la municipalidad terminó por crearse, y con el esfuerzo económico de diversas instancias, y bajo la sabia batuta de la Comisión de Alcaldes presidida por el gobernador Fernando Chaignau[5], se dio inicio a las obras de instalación de agua potable y alcantarillado, entregados e inaugurados ¡por fin! en 1908, entre los festejos y algarabía de los vecinos. Inicialmente, eso sí, se captaba desde la parte alta del río de las Minas y abarcó solamente el sector central de la ciudad, y con el tiempo estos servicios se extendieron hacia la periferia urbana. El agua del río se hacía llegar por cañerías adyacentes a una red matriz de 400 metros y de la que partían las ramificaciones de distribución. Había un estanque que servía de decantador y almacén de aprovisionamiento. Este depósito permanecía descubierto y durante el invierno su congelación impedía el flujo de agua a las cañerías[6]. Rudimentarias y todo, fueron unas de las primeras instalaciones de su tipo en Chile y de Latinoamérica. Ya los niños podrían corretear por la calles sin riesgo de contraer infecciones intestinales, pero pasarían muchos años antes de que en días calurosos pudiesen chapotear en las aguas del estrecho sin el mismo riesgo, puesto que los emisarios de las alcantarillas desembocaban en el mar. Años más tarde se cumpliría el sueño de Guerrero, y el río entregaría el testimonio a la laguna Lynch y ésta, en las postrimerías del siglo XX, a la de Parrillar como fuente principal de obtención de agua potable para la ciudad de Punta Arenas.



[1] Periódico "El Magallanes”, 1 de septiembre de 1895.
[2] S. Fugellie. Op. cit. Pág. 66.
[3] R. Vera. Op. cit. Prólogo. Pág. XIV.
[4] M. Vieira. Op. cit.
[5] S. Fugellie. Op. Cit. Pág. 28.
[6] Ibíd. Pág. 66.

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