lunes, 11 de mayo de 2015

I. LOS NIÑOS ABORÍGENES (quinta parte)


En cuanto a la vestimenta de los niños sélknam, de uno y otro sexo usaban capas como sus padres; las de los pequeños estaban hechas con las suaves pieles de los guanacos muy jóvenes, aunque no eran muy adecuados para el mal tiempo, pues se empapaban fácilmente con la lluvia. Siempre que el tiempo lo permitiera, los varones correteaban completamente desnudos, las niñas se despojaban de sus capas pero conservaban siempre sus pequeños delantales. He oído a un ona reprochar a su mujer el haberle permitido a su hijita, una criatura de seis o siete años, jugar sin haberse puesto el delantal[1].

El nomadismo sélknam les había enseñado el modo de criar, alimentar, vestir y transportar a sus hijos, siempre en movimiento. Así es como las mujeres (…) Además del kohiyaten usaban una capa similar a la de los hombres, pero más pequeña. Se llamaba nahk-oli (capa de mujer), y a diferencia de la masculina, se sujetaba alrededor de los hombros con dos tiras de cuero. Cuando la madre llevaba a su hijito sobre la espalda, para abrigarlo lo metía dentro del oli. Por fuera se extendían los moji, formando una pequeña red que semejaba una hamaca en miniatura. Si la madre llevaba otra carga, el niño iba sentado sobre ella, pero siempre dentro del oli. Las mujeres nunca llevaban a los niños en brazos cuando debían recorrer alguna distancia[2].
 
Sélknam
(…)

Yo había visto a menudo los ojos brillantes de los niños onas, espiando por encima de los hombros de sus madres, protegidos y felices como en un nido, detrás de sus espesas melenas; además estaba convencido de que la elástica pisada de la india, calzada con mocasines, era mucho menos molesta para un niño que el andar de un caballo tropezando constantemente sobre una senda desigual[3].
Sélknam
 
Al llegar a la pubertad, ya sea directamente de padres a hijos o mediante ceremonias de iniciación, los adolescentes recibían consejos para la vida. Es así como entre los yámanas se les instaba a ser honrados, veraces, laboriosos, pacientes, generosos y castos, y a no ser celosos, buscapleitos, irascibles, o violentos. A las niñas se les daba similar enseñanza. El consejo extra dado a los muchachos, en cuanto a ser prudentes en elegir una compañera que no fuese muy joven para que fuera útil y laboriosa, no era muy altruista, ya que los consejeros se reservaban a las jóvenes para ellos mismos. Los sélknam, por su parte, instaban a sus niños a ser valientes, evitar la glotonería y la gordura en persecución de la satisfacción del cuerpo, a ser estoicos en el sufrimiento y el hambre, generosos al compartir los despojos de la caza, especialmente con los ancianos, continentes hasta cierta edad, dóciles y amables con los mayores, amables pero reservados con las mujeres, y conscientes al momento de aplicar las leyes de las venganzas sangrientas[4].



[1] L. Bridges. Ibíd. Pág. 364.
[2] L. Bridges. Ibíd. Págs. 361 - 362.
[3] L. Bridges. Ibíd. Pág. 465.
[4] J. Cooper. Op. cit.

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