Sélknam |
Los partos eran naturales, obviamente sin anestesia, y rara vez se presentaban complicaciones
que pusieran en riesgo la vida de la madre o del retoño. (…) Halchic murió de parto. Fue la única mujer ona que conocí a quien
haya ocurrido tal cosa, ni oí hablar de ningún otro caso. Ijij, la principal
partera que la atendió, se alejó por algún tiempo, por temor a ser asesinada
por el acongojado esposo[1].
Los mellizos eran prácticamente desconocidos y los
hijos no solían llegar en rápida sucesión. Al bebé recién nacido, generalmente
se lo envolvía en una piel de zorro, muy suave. Para protegerle los ojos, se
los cubrían con un cuero flexible de guanaco al que habían arrancado los pelos,
atado a la cabeza. Se lo pintaba de color rojo oscuro y semejaba una gorra de
jockey[2].
La cuna o taälh (que también quiere decir helecho) parecía una escalera en construcción
y mantenía al niño en posición vertical[3]. (…) El taähl tenía dos piezas laterales de un metro veinte a un metro cincuenta de
largo. En un extremo, los palos eran puntiagudos para poder clavarlos en el
suelo y estaban unidos entre sí por travesaños de treinta centímetros de largo,
atados, a cortos intervalos, a través de la parte superior.
Taähl |
Después de envolver bien al niño, se lo colocaba
encima de los travesaños sobre una piel doblada varias veces para formar un
almohadón y se lo ataba al taähl con
tiras de cuero. (…) Una vez que el niño
estaba sujeto, el taähl se enderezaba
y los palos puntiagudos se hincaban firmemente en el suelo; en esta forma, la
criatura estaba fuera del alcance de los perros y a salvo de ser pisoteado por
niños descuidados[4].
Esta técnica de transporte era compartida por los sélknam y los tehuelches, no
así por los canoeros[5].
Los niños eran
generalmente amados y bien tratados[6],
lo que sin duda contribuía a la mantención de su salud física y emocional. Aunque esta gente jamás se besa, he visto a
algunos hombres acercar sus labios a los cuerpecitos de sus niños. (…) Siempre
se podía encontrar a otra mujer, pero a los hijos no era tan fácil
reemplazarlos[7]. El
niño no se destetaba hasta después de los dos, e incluso hasta pasados los
cuatro años, como antes anotábamos.
Los sélknam no
practicaban el infanticidio ni por eutanasia en malformados, llanto excesivo,
abandono paterno, o demasiadas hijas mujeres, como sí lo hacían los yámanas.
Tampoco era costumbre el aborto provocado, salvo en contadas ocasiones,
generalmente por arranques de ira. Existen testimonios de sacrificios para
aplacar a seres sobrenaturales entre los yámanas. Cuando se encontraban
navegando y en gran peligro, podían tirar por la borda desde un trozo de
pescado, un perro o hasta incluso un niño[8].
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