sábado, 16 de mayo de 2015

II. LA PEDIATRÍA INDÍGENA (segunda parte)


 


Sélknam

 

           Los partos eran naturales, obviamente sin anestesia, y rara vez se presentaban complicaciones que pusieran en riesgo la vida de la madre o del retoño. (…) Halchic murió de parto. Fue la única mujer ona que conocí a quien haya ocurrido tal cosa, ni oí hablar de ningún otro caso. Ijij, la principal partera que la atendió, se alejó por algún tiempo, por temor a ser asesinada por el acongojado esposo[1].


            Los mellizos eran prácticamente desconocidos y los hijos no solían llegar en rápida sucesión. Al bebé recién nacido, generalmente se lo envolvía en una piel de zorro, muy suave. Para protegerle los ojos, se los cubrían con un cuero flexible de guanaco al que habían arrancado los pelos, atado a la cabeza. Se lo pintaba de color rojo oscuro y semejaba una gorra de jockey[2].

La cuna o taälh (que también quiere decir helecho) parecía una escalera en construcción y mantenía al niño en posición vertical[3]. (…) El taähl tenía dos piezas laterales de un metro veinte a un metro cincuenta de largo. En un extremo, los palos eran puntiagudos para poder clavarlos en el suelo y estaban unidos entre sí por travesaños de treinta centímetros de largo, atados, a cortos intervalos, a través de la parte superior.
 
Taähl
Después de envolver bien al niño, se lo colocaba encima de los travesaños sobre una piel doblada varias veces para formar un almohadón y se lo ataba al taähl con tiras de cuero. (…)  Una vez que el niño estaba sujeto, el taähl se enderezaba y los palos puntiagudos se hincaban firmemente en el suelo; en esta forma, la criatura estaba fuera del alcance de los perros y a salvo de ser pisoteado por niños descuidados[4]. Esta técnica de transporte era compartida por los sélknam y los tehuelches, no así por los canoeros[5].

Los niños eran generalmente amados y bien tratados[6], lo que sin duda contribuía a la mantención de su salud física y emocional. Aunque esta gente jamás se besa, he visto a algunos hombres acercar sus labios a los cuerpecitos de sus niños. (…) Siempre se podía encontrar a otra mujer, pero a los hijos no era tan fácil reemplazarlos[7]. El niño no se destetaba hasta después de los dos, e incluso hasta pasados los cuatro años, como antes anotábamos.

Los sélknam no practicaban el infanticidio ni por eutanasia en malformados, llanto excesivo, abandono paterno, o demasiadas hijas mujeres, como sí lo hacían los yámanas. Tampoco era costumbre el aborto provocado, salvo en contadas ocasiones, generalmente por arranques de ira. Existen testimonios de sacrificios para aplacar a seres sobrenaturales entre los yámanas. Cuando se encontraban navegando y en gran peligro, podían tirar por la borda desde un trozo de pescado, un perro o hasta incluso un niño[8].




[1] L. Bridges. Op. cit. Pág. 356.
[2] L. Bridges. Ibíd. Pág. 354.
[3] Ideal para prevención y manejo del reflujo gastroesofágico.
[4] L. Bridges. Op. cit. Pág. 354.
[5] J. Cooper. Op. cit.
[6] Ver capítulo I.
[7] L. Bridges. Op. cit. Pág. 355
[8] J. Cooper. Op. cit.

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