viernes, 8 de mayo de 2015

I. LOS NIÑOS ABORÍGENES (tercera parte)


Aunque al varón sélknam le era indiferente el pasado sexual de su prometida, la regla general era la preservación de la virginidad premarital de las niñas y niños, los que eran estrechamente vigilados por sus padres[1].


Mujeres y niños sélknam
1886
Foto Fernand Lahille

Pese a la estabilidad de las uniones maritales, la galantería masculina no estaba en el carácter de los sélknam, a juzgar por el sarcasmo de Bridges, a propósito su amigo Jalhmohl: Como la mayor parte de los indios, cuidaba de sujetar las ramas para que no golpearan la cara del que lo seguía; lo he visto tomarse esta molestia hasta cuando era solamente su esposa quien iba detrás de él[2]. En un episodio también relata: (…) la caravana emprendió el viaje con mujeres y niños, a través de áridas tierras (…). No habían andado mucho, cuando gruesos copos de nieve empezaron a caer. Al segundo día se levantó un fuerte viento del sur y, con mucha dificultad, pudieron llegar al lugar donde acamparon para pasar la noche. Los hombres debieron cargar a los niños pequeños y ayudar a las mujeres en el transporte de sus enseres[3]. No era función de los hombres transportar niños y carga, pero claro, en este caso no hubo más remedio.
Niño sélknam
1880

Al decir de Gusinde, refiriéndose a los sélknam: Cuando se oye que un niño grita es que le duele algo. Es inútil decir que no es desconocida entre nuestros indios la mortalidad infantil. La cifra media de la misma se mantiene considerablemente alta, aunque en comparación son muchas las familias de allí que se encuentran agraciados con muchos hijos[4]. Respecto a lo mismo, señalaba el jurista y escritor Robustiano Vera: (…) por regla general, las mujeres tienen siete u ocho hijos i muchas veces se puede encontrar otras que, aunque bastante jóvenes, tienen ya diez o doce. El hecho de que haya pocos niños que sobrevivan a los padres, hai que atribuirlo a la mortalidad entre los niños de 2 a 10 años, que es verdaderamente extraordinaria[5]. Es claro que esta alta fecundidad, contrapuesta a la mortalidad infantil, tendía a mantener prácticamente en la nulidad el crecimiento demográfico, asunto sobre el cual volveremos en el siguiente capítulo.

            Resulta notable que la totalidad de las etnias meridionales eran fervientes partidarias de la lactancia materna, lo que practicaban hasta un destete que hoy consideraríamos tardío, probablemente con una media de unos cuatro años. Resulta igualmente notable la relación entre este hecho y la mayor mortalidad infantil que se producía entre los cuatro y diez años de edad.


Niños sélknam
 

            La siguiente anécdota grafica elocuentemente lo expresado, a propósito de la muerte de una madre sélknam cuando su hija tenía seis meses: Al pasar dos meses después cerca del campamento de Tininisk, vi con sorpresa a su mujer Leluwhachin alimentando a su nieta, una hermosa criatura, tal como lo haría una madre.

            -¿Cómo es posible –le pregunté- que habiendo estado tanto tiempo sin tener hijos pueda usted alimentar ahora a esa criatura?

            -Es porque quiero hacerlo –contestó-; la pequeña necesitaba leche o de lo contrario se hubiera muerto. –Y añadió sonriendo-: ¿Le parece que está delgada?

            La pequeña se desarrolló espléndidamente y la llamaron Matilde[6]. ¡Qué ejemplo para tantas madres de nuestros días, que escarban cualquier excusa para suministrar rellenos en base a leche de vaca, y así soslayar la alimentación natural!




[1] J. Cooper. Ibíd.
[2] L. Bridges. Op. cit. Pág. 227.
[3] L. Bridges. Ibíd. Pág. 288.
[4] M. Gusinde. Los Indios de la Tierra del Fuego.
[5] R. Vera. LA COLONIA DE MAGALLANES Y TIERRA DEL FUEGO, 1897. Págs. 319 - 320.
[6] L. Bridges. Op. cit. Pág. 353

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