Aunque al varón
sélknam le era indiferente el pasado sexual de su prometida, la regla general era
la preservación de la virginidad premarital de las niñas y niños, los que eran
estrechamente vigilados por sus padres[1].
Mujeres y niños sélknam 1886 Foto Fernand Lahille |
Pese a la
estabilidad de las uniones maritales, la galantería masculina no estaba en el carácter
de los sélknam, a juzgar por el sarcasmo de Bridges, a propósito su amigo
Jalhmohl: Como la mayor parte de los
indios, cuidaba de sujetar las ramas para que no golpearan la cara del que lo
seguía; lo he visto tomarse esta molestia hasta cuando era solamente su esposa
quien iba detrás de él[2].
En un episodio también relata: (…) la
caravana emprendió el viaje con mujeres y niños, a través de áridas tierras
(…). No habían andado mucho, cuando gruesos copos de nieve empezaron a caer. Al
segundo día se levantó un fuerte viento del sur y, con mucha dificultad,
pudieron llegar al lugar donde acamparon para pasar la noche. Los hombres
debieron cargar a los niños pequeños y ayudar a las mujeres en el transporte de
sus enseres[3].
No era función de los hombres transportar niños y carga, pero claro, en este
caso no hubo más remedio.
Al decir de
Gusinde, refiriéndose a los sélknam: Cuando
se oye que un niño grita es que le duele algo. Es inútil decir que no es
desconocida entre nuestros indios la mortalidad infantil. La cifra media de la
misma se mantiene considerablemente alta, aunque en comparación son muchas las
familias de allí que se encuentran agraciados con muchos hijos[4].
Respecto a lo mismo, señalaba el jurista y escritor Robustiano Vera: (…) por regla general, las mujeres tienen
siete u ocho hijos i muchas veces se puede encontrar otras que, aunque bastante
jóvenes, tienen ya diez o doce. El hecho de que haya pocos niños que sobrevivan
a los padres, hai que atribuirlo a la mortalidad entre los niños de 2 a 10
años, que es verdaderamente extraordinaria[5]. Es claro que esta alta fecundidad,
contrapuesta a la mortalidad infantil, tendía a mantener prácticamente en la
nulidad el crecimiento demográfico, asunto sobre el cual volveremos en el
siguiente capítulo.
Resulta
notable que la totalidad de las etnias meridionales eran fervientes partidarias
de la lactancia materna, lo que practicaban hasta un destete que hoy
consideraríamos tardío, probablemente con una media de unos cuatro años.
Resulta igualmente notable la relación entre este hecho y la mayor mortalidad
infantil que se producía entre los cuatro y diez años de edad.
Niños sélknam |
La
siguiente anécdota grafica elocuentemente lo expresado, a propósito de la
muerte de una madre sélknam cuando su hija tenía seis meses: Al pasar dos meses después cerca del
campamento de Tininisk, vi con sorpresa a su mujer Leluwhachin alimentando a su
nieta, una hermosa criatura, tal como lo haría una madre.
-¿Cómo es posible –le pregunté- que habiendo
estado tanto tiempo sin tener hijos pueda usted alimentar ahora a esa criatura?
-Es porque quiero hacerlo
–contestó-; la pequeña necesitaba leche o de lo contrario se hubiera muerto. –Y
añadió sonriendo-: ¿Le parece que está delgada?
La pequeña se desarrolló
espléndidamente y la llamaron Matilde[6]. ¡Qué ejemplo
para tantas madres de nuestros días, que escarban cualquier excusa para
suministrar rellenos en base a leche de vaca, y así soslayar la
alimentación natural!
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