sábado, 13 de junio de 2015

IV. LOS SANADORES (quinta parte)


Del libro Pioneros de la Patagonia de Silvestre Fugellie, copiamos a continuación  -y sin vergüenza- la crónica Los Usurpadores, en forma casi completa[1]:

Todo comenzó al solicitarse los servicios del facultativo para certificar una muerte. El profesional informó:

“En la casa de la avenida La Pampa[2] esquina Sarmiento me ha llamado el dueño del negocio para dar el certificado de defunción de un individuo, que murió anoche en la misma casa. Como el individuo en su última enfermedad no fue asistido por ningún facultativo recibido en Chile sino por un practicante y no pudiendo y por los signos de afuera informar sobre las causas de la muerte, doy parte del incidente para los fines a que haya lugar”.

Esta información era del 14 de octubre de 1912 y la firmaba el doctor Mateo Bencur, Médico de Ciudad.

La advertencia aludida atrajo la preocupación de autoridades, facultativos y otras personas de los servicios de salud, por cuanto las usurpaciones o suplantaciones de algunas carreras, especialmente la de médico, habían tomado caracteres alarmantes. Ya un vecino que firmaba “Observador”, decía en el diario “El Magallanes” de 20 de abril de 1912:

“Desde hace algún tiempo funciona en esta ciudad un instituto llamado Sico Magnético que según aviso, que publica su dueño, un señor J. Marinkovic, en la prensa local, no tiene más que el inocente y caritativo objeto de curar el dolor en todas sus formas. Pero es el hecho que este señor no se circunscribe sólo a esto: aplica tratamiento al reumático como al tuberculoso; atiende igualmente al que padece de eczema como al que tiene una inflamación a la vista. Me consta personalmente el caso de un niño con un flemón de la mano, al que asistió por muchos días y cuando este llegaba casi ya a la gangrena, le indicó sólo entonces que podía ver un cirujano. Y en esta forma hace perder su tiempo y su dinero a los incautos que van a consultarlos atraídos por el aviso. Otro señor, al parecer paisano suyo, que se firma “Dottor Echelli”, ejerce con la mayor audacia la profesión de médico-cirujano; y lo que es más grave, las farmacia sin preocuparse de la autenticidad de su título, despachan sus recetas sin inconveniente. He tenido la ocasión de oír las lamentaciones de gente que ha agotado sus últimos recursos no sólo en el pago de sus honorarios, sino en los costosos específicos que los obliga a comprar, sin alcanzar más objeto que agravar su salud”.

Cuando intervino la justicia ejercían o usurpaban profesiones sin poseer el título correspondiente, unos sujetos de apellidos Echelli, Marinkovic, Peña, Villarroel, Schoon. Todos fueron investigados.

El reclamo comercial del Instituto Sico Magnético atendido por el profesor José Marinkovic, calle Valdivia[3] 671, decía:

“El dolor! Este gran enemigo se cura instantáneamente sin necesidad de drogas. El tratamiento teleterapéutico y frotamiento magnético calma todos los dolores por muy agudos y muy crónicos que sean. Si continúas padeciendo y estás afligido por no poder hallar cura; no desaniméis podéis hallarla si lo queréis. Se comprende que para probar una fruta debe comerse. (…)”

Se supo que los únicos conocimientos que este señor tenía de las ciencias aludidas, los obtenía del volumen “Magnetismo Personal” del New York Institute of Science y de otros artificios que empleaba para sus añagazas.

El “dottor” Echelli fue todo un personaje. Acaparó la atención de los magallánicos en los primeros lustros del siglo pasado. Fue médico, según convenio verbal, de la Societá Di Mutuo Soccorro Fratellanza Italiana, la que le emitía órdenes para sus socios enfermos y de la Cosmopolita de Socorros Mutuos. Este caballero era reconocido y bien estimado por la sociedad de aquel entonces, y bienvenido en el comercio local al que pagaba sus compras sin retraso.

(…)

Durante el juicio por usurpación de profesión, Echelli adujo que “no es aplicable a mi caso la disposición por la cual se me acusa, por cuanto yo no me he fijado doctor en medicina de la facultad en Chile, único caso que se castiga, ni me he hecho pasar por médico”. Sin embrago, la defensa del acusado resultó vana. Reunieron sus recetas y a ojos vista determinaron clausurar su clínica de “curandero”. Echelli fue detenido y acusado de ejercicio ilegal de profesión o usurpación del título de doctor en medicina. El antecedente más comprobatorio lo dieron las recetas acumuladas en la droguería y farmacia “Francesa” de Marchal y compañía. Prescribía de todo: yerbas, panaceas, pócimas y drogas.

(…)

El doctor Mateo Bencur dio cuenta de su misión del 15 de octubre de 1912, en la que decía:

“He reconocido el cadáver del individuo fallecido en avenida La Pampa esquina Sarmiento, pasando a la morgue del Hospital de Caridad adonde era trasladado y no pudiendo por un examen externo indicar la causa de su muerte. (…) El individuo achacoso ya hace mucho tempo por enfermo del pulmón, sucumbió a una neumonía franca, siendo esa la causa precisa y necesaria de su muerte. El domingo en la tarde, 13 de octubre, había asistido a ese individuo, Echelli: su receta para una toma y unas obleas tiene que estar depositada en la botica Neumann”.

No había duda del engaño. ¿De dónde venía Echelli? Llegó de Argentina. Su identidad era asombrosa y propia del delincuente avezado o del mitómano. Estuvo preso en la cárcel de Ushuaia. (…). Decía ser de nacionalidad austriaca y que había nacido en Trento. Cuando llegó a Punta Arenas dijo ser italiano de Torino nacido en 1882.

El prontuario argentino le acreditaba varias condenas: una en Buenos Aires a tres años de prisión por defraudación a una droguería. Fue preso reincidente en Ushuaia destinado a labores de leñador. También este Francisco Echelli o Servigniani o Juan Caneppa, alias Conde Melchiori o el Bohemio, registraba detenciones por estafa. (…) Según sus declaraciones se le había enviado a prisión por “abuso de confianza”.

Sus primeros pasos en Punta Arenas los dirigió al consulado de Austria para pedir ayuda. El cónsul Santiago Pasinovich no estaba presente y fue atendido por su hermano Mateo quien lo socorrió. Poco después informaba: “que un hombre pobre y mal vestido le había pedido dinero, diciendo que acababa de llegar de Ushuaia y que era paisano suyo”. Sin embargo, el haber de este “hombre pobre” aumentó considerablemente y sobrepasó al de los profesionales que había suplantado. El 16 de octubre de 1912 contrajo matrimonio con una dama magallánica. Su clínica funcionaba en calle Magallanes a la altura del número 600.

Echelli fue encarcelado el 9 de junio de 1913 y, aún desde su encierro, no perdía ocasión para tramar estafas y extorsiones[4].

(…)

Tiempo después abandonó la cárcel bajo fianza y desapareció.

 




[1] S. Fugellie: PIONEROS EN LA PATAGONIA. Págs.132 - 136.
[2] Actual Avenida Manuel Bulnes y, a juzgar por las coordenadas, a no más de media cuadra de la entrada principal del Hospital de Caridad.
[3] Actual calle José Menéndez.
[4] En los tiempos que corren, y con telefonía celular, sus plagios hubiesen sido de temer.

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