martes, 4 de agosto de 2015

VI. LOS PEDIATRAS (séptima parte)



            Carmen Pino Valdés nació en Antofagasta, estudió medicina en la Universidad de Concepción, titulándose de médico cirujano en julio de 1961. Efectuó su beca de especialización en pediatría en el Hospital Roberto del Río. Llegó a Punta Arenas en 1967, contratándose como médica pediatra del Servicio Nacional de Salud para ejercer en el Hospital Regional “Dr. Lautaro Navarro Avaria” y consultorios “Miraflores” y “18 de Septiembre”. Desde septiembre de 1971 hasta su retiro, en 1995, fue Jefa del Servicio de Pediatría.

            Estos fríos datos biográficos de ninguna manera reflejan la enorme calidad humana y profesional de Carmen Pino. Entregada por entero a su profesión, no formó familia propia. Fue la más querida entre sus amigos y colegas, querida y respetada por todo el personal que durante tantos años colaboró con ella en el Servicio de Pediatría, y amada por sus innumerables pacientes-hijos.

            Aceptó cuanta jefatura de programa se le puso por delante, no por afán de figurar, sino de servir. Permanentemente estimulando a sus colegas a estudiar y perfeccionarse, en ello dio el mejor ejemplo. Exigente como la que más, pasaba visita en las tardes escribiendo comentarios en las fichas con su letra casi ilegible, y corrigiendo las indicaciones médicas.

Dra. Carmen Pino Valdés
              Postulada por la Filial Punta Arenas de la Sociedad Chilena de Pediatría en dos oportunidades al Premio Dr. Julio Schwarzenberg Löbeck que otorga anualmente esta sociedad científica al más destacado de los pediatras de Chile, tal vez pecamos en no saber enfatizar sus méritos. Pero sin duda la misma Carmen fue cómplice de esta negligencia, puesto que su modestia y confeso desagrado por las distinciones le llevaron a negarse a colaborar en la elaboración de su currículum[1]. Con su salud quebrantada, trabajó innecesariamente más allá de lo recomendado por sus médicos, sus amigos y la prudencia.

            Dice el doctor Ramiro González: Recuerdo la gran cantidad de niños graves que ella salvó y todo lo que me enseñó. Creo que muchas generaciones de magallánicos crecieron, enfermaron, sanaron y muchas veces salvaron gracias a ella. Creo que la ciudad, al igual que yo, aun la tiene en la memoria[2].

            Testimonia también la doctora Dolores Pavón, sobre su trabajo a fines de la década de 1970: Éramos cinco los personajes que atendíamos al total de la población infantil de toda la región. Aaaaaah… y ahí estaba ella, nuestra gran jefa y maestra, la que con el tiempo también fue mi primera gran, gran amiga: Carmen Pino Valdés. No cabrían aquí los grandes recuerdos y agradecimientos que para ella tengo. Siempre digo que me marcó y me hizo lo que soy como médico, de lo que luego de cuarenta y más años estoy muy, pero muy orgullosa[3].

Al día siguiente de su fallecimiento aparecieron publicadas en La Prensa Austral las siguientes líneas de autoría anónima, que luego trascendió se debían al antiguo radiólogo magallánico Dr. Gian Mario Passano:

            Nos dejó hace ya algún tiempo. Partió a encontrarse con lo que ella sabía inexorable. Se fue callada, asumiendo su futuro con entereza y hasta orgullo. No quiso ni aceptó compartir su dolor, compañero inseparable de sus últimos años, con nadie. Carmen perteneció a esa estirpe de médicos de elite que tanto prestigio y honra han dado a la Patria.

            Mucho debe la medicina magallánica de los últimos treinta años a su labor pionera en el desarrollo de una pediatría moderna, de alta calidad, eficiente y humana. Numerosas de sus semillas intelectuales hoy florecen con galanura en el Servicio de Pediatría del Hospital Regional.

            Fue una jefa de servicio seria y ecuánime. Trabajadora tenaz, formadora de especialistas, aglutinadora dinámica de equipos de salud infantil, surgente creadora de pautas y normas de trabajo que conformaron los cimientos del alto nivel que ha logrado la pediatría local en el ámbito nacional.

            Lo hizo con lo que era ella: menuda y frágil, hormiguita infatigable, mujer de palabras cortas y corazón grande. Líder natural e indiscutible, sencilla, humilde y práctica. En lo personal, su aspecto adusto ocultaba una timidez y un interior suave, generoso y ultrasensible. Culta, viajera impenitente. Interlocutora siempre amena e inteligente. Poseía una fina ironía y un especial sentido del humor.

            No tuvo hijos propios, pero centenares ajenos, incluyendo los míos, conocieron de su abnegación, conocimientos y dedicación. Irradiaba serenidad, confianza y fe.

            Su partida enluta y entristece no sólo a sus pares sino a toda la familia magallánica. Te recordaremos con afecto, Carmen, jardinera de niños. Dios te bendiga[4].

            Desde 2002, y a instancias de la Sociedad Chilena de Pediatría Filial Punta Arenas, el Servicio de Pediatría del Hospital Regional, y más tarde el del Hospital Clínico de Magallanes “Dr. Lautaro Navarro Avaria”, oficialmente han adoptaron la denominación de Servicio de Pediatría “Dra. Carmen Pino Valdés”.




[1] M. Vieira. Obituario Dra. Carmen Pino Valdés. Rev. Chil. Pediatr. 71(6); 517 - 518, 2000.
[2] Testimonio personal Dr. Ramiro González, 2015.
[3] Testimonio personal Dra. Dolores Pavón, 2015.
[4] Diario “La Prensa Austral”, 21 de julio de 2000.

2 comentarios:

  1. Hola, quiero agradecer estas hermosas palabras hacia mi tia. Una mujer extraordinaria, siempre profesional y preocupada por todos sus colegas y pacientes. Vuelto a agradecer sus palabras y que se haya dado el tiempo de escribir sobre ella.

    Saludos.
    Patricia Blazina Pino

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  2. Hola, quiero agradecer estas hermosas palabras hacia mi tia. Una mujer extraordinaria, siempre profesional y preocupada por todos sus colegas y pacientes. Vuelto a agradecer sus palabras y que se haya dado el tiempo de escribir sobre ella.

    Saludos.
    Patricia Blazina Pino

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