Nobleza de los enfermeros, del
párroco, de Navarro y del cónsul argentino. Lástima que la mayoría de sus
nombres se ha perdido en el tiempo. Antes de Navidad el Dr. Navarro emitía otro
tranquilizador informe:
En el curso de la semana que espira hoi no
ha aparecido sino un solo caso de viruela en la hija de la Sra. M. O. la que
por indicación mia fue llevada al lazareto.
El Mártes supe que en la estancia de
Dinamarquero, habia caido enfermo de la epidemia un individuo que hacia mui
pocos días habia salido de la colonia, de la casa de uno de los variolosos.
(…)
Son, pues, en todo 34 enfermos, con
7 defunciones.
Personalmente he averiguado y tambien
por la policia, y puedo afirmar que no ha habido mas enfermos de viruela que
los apuntados, siendo, pues, completamente falsos los díceres de que ha habido
ya mas de 50 enfermos.
En el lazareto hai 4 asilados: 2
están ya bañados, 1 en período de desecacion y el 4° en período de supuración[1].
Si
bien pocas vacunas, en el país había mucha conciencia sobre el peligro de la
contaminación por viruela, y en el periódico El Magallanes del 30 de diciembre de 1894 se publicaban los
requisitos para postular a la Escuela de Artes y Oficios de Santiago, uno de
los cuales era (…) e) Ser vacunado ó
haber tenido la viruela[2].
El informe oficial del Rejistro Civil sobre los fallecidos en
1894 atribuía a la viruela, sumando las categorías de complicada con bronquitis, confluente y hemorrágica, un total de 5
personas[3]. Cosa curiosa,
puesto que se contraponía a lo informado por Lautaro Navarro, quien culpaba a
la viruela de un total de 7 defunciones. En todo caso no eran muchos, y la no
expansión generalizada de la enfermedad se debió a la rápida reacción de las
autoridades, tanto sanitarias como administrativas, que dispusieron todo tipo
de facilidades para vacunación, así como la creación de lazaretos para los ya
contagiados.
El
Gobierno acusaba preocupación, y dictaba un decreto que otorgaba a Magallanes
la responsabilidad de constituir una fundamental barrera sanitaria:
Todo vapor que venga por el estrecho
de Magallanes con direccion a algun puerto chileno, deberá hacer escala en
Punta Arenas para que sea visitado por el jefe de la Estación Sanitaria allí
establecida, y sin la patente de sanidad espedida por dicho funcionario no será
recibido en ningún otro puerto de la República.(…)
Al mes siguiente, el Consejo Superior de Hijiene Pública, y con la firma de su presidente
J. Joaquín Aguirre, oficiaba a la Junta de Vacuna, considerando que los habitantes de Magallanes forman un
total no insignificante que exije una atencion mas inmediata que la de un
servicio temporal i transitorio, tanto mas si se toma en cuenta que la
infeccion variólica ha prendido ya en esas rejiones, las cuales se encuentran
tan alejadas y puede decirse tan aisladas del resto de la República (…),
instaba a la instalación del servicio permanente de vacuna en el territorio[5].
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