sábado, 5 de diciembre de 2015

XII. LA VIRUELA Y EL FIN DEL CACIQUE MULATO (tercera parte)


            Se dice, y con razón, que en los momentos de crisis aflora lo mejor y lo peor del espíritu. En contraste con la encomiable actitud del cónsul, y con la riesgosa exposición a la enfermedad de los equipos de salud que atendían a los variolosos, no faltaron los vecinos que entraron en pánico irracional, como los que enviaron a la gobernación la siguiente carta:

            Señor Gobernador:
            Los abajo suscritos, vecinos todos de esta ciudad (…) á U.S. con el debido respeto esponemos: Que nos ha sorprendido la medida adoptada por la Junta de Beneficencia para establecer el lazareto de variolosos en el centro mismo de la nueva poblacion rural que á costa de tantos sacrificios estamos formando en esta ciudad, debido solo á nuestro espontáneo esfuerzo.
            ¿Qué no se ha construido en Agua Fresca un lazareto con este objeto?[1]
            Y si se arguye la distancia que nos separa de aquel lugar ¿no ha podido elejirse otro que nos pueda preservar del contajio?
            (…)
            Creemos mui fundadamente que un nuevo lazareto dentro de la pirámide que fija el bajo de este puerto y en la cual pueden construirse seis ú ocho camarotes para los atacados seria mui hacedero y los suscritos estamos dispuestos á contribuir con una suma igual á la mitad de la que invirtiera la Junta en su establecimiento.
            En ningun pueblo existen secciones ó distritos privilegiados, y por tal motivo no es lógico que por librar del contajio al pueblo urbano se instale en el rural, en su centro mismo, el lazareto de los epidémicos, que, con mas acierto y voluntad, quedarian ellos mejor atendidos y nosotros menos espuestos al contajio.
            En consecuencia venimos en presentarnos á V. S. solicitando que, como Gobernador del Territorio y Presidente de la Junta de Beneficencia, se sirva adoptar alguna medida con el fin de alejar el lazareto que se ha instalado últimamente en el centro de la poblacion rural, aceptando la idea que proponemos para fundarlo en el punto que indicamos.
                                                           Es justicia, Señor Gobernador.
Emilio Rodiño - A. Zbinden - G. H. Blomgren – H. J. Haufen – José de la Cruz Bravo – Luis Friedly – A ruego de doña Maria Pinto de Obando, por no saber firmar, José de la Cruz Bravo – Mariano Matolich – Matilde Dey de Osorio – Pedro Quiroga – Juan Baerisuyl – Ramon Paz p. p. de Pedro Casanova – Enrique Garcia Rodriguez – Ricardo Lohr – Juan Millan – A. Wehrhahn - á ruego de José Nicolas Dey, por no saber firmar, Aimé Domange
            Punta Arenas, Noviembre 22 de 1894.

Manuel Señoret
            La respuesta del Gobernador fue clara y contundente, amén de lógica:
            Vista la solicitud que antecede y Considerando:
            1° Que la eleccion de la casa á que se refieren los solicitantes ha obedecido á la necesidad de proporcionar un local para que fueran atendidos los individuos atacados de viruela que no tuvieran casa propia ó que en ella viviera numerosa familia, á la que de esa manera se evitaba el contajio directo.
            2° Que la situacion del mencionado edificio á sotavento del pueblo, separado de las pocas casas vecinas por sitios baldíos de mas de treinta metros de estension ofrece á juicio de los facultativos suficiente garantía de aislamiento y que seria mui difícil la propagación del contajio con las medidas que se han tomado;
            3° Que no ha sido posible encontrar otro edificio en situacion mas ventajosa y que la epidemia no ha tomado ni tiende á tomar desarrollo alguno, desde que solo se cuentan en el pueblo tres variolosos y de ellos solo uno goza de los beneficios de esa instalación; y
            4° Que no es aceptable por diversas circunstancias que es escusado esponer el arbitrio propuesto por los solicitantes de convertir en lazareto la pirámide de Punta Arenas,
                        Decreto:
            No ha lugar á la presente solicitud.
                        Anótese y publíquese
                                                                                                          M. Señoret
                        J. B. Contardi.- Secretario[2].




[1] A la localidad de Agua Fresca, situada a unos 30 kms. al sur de Punta Arenas, sólo se podía acceder en ese tiempo por vía marítima para evitar vadear los ríos que solían ser muy caudalosos, especialmente en épocas de lluvia o deshielos.
[2] Periódico “El Magallanes”, 25 se noviembre de 1894.

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