Por aquellos,
evocaría el doctor Víctor Fernández Villa, gran
parte de las camas de las salas de medicina estaban ocupadas por enfermos de
tuberculosis pulmonar; en cirugía lo eran por enfermos de tuberculosis
osteoarticular como el mal de Pott, de la rodilla, o de adenitis cervical, etc.
¡El bacilo de Koch era dueño, y señor, de nuestras salas de hospital! En el
pabellón de operaciones la lámpara de luz ultravioleta como centinela, siempre
alerta, porque con mucha frecuencia, al practicar una apendicectomía, el
cirujano se encontraba frente a una peritonitis tuberculosa cecoapendicular o
generalizada y se consideraba la luz ultravioleta un medio necesario para
combatirla[1].
Pabellón quirúrgico Hospital de Asistencia Social |
En 1940 había
5.000 tuberculosos en una provincia de casi 49.000 habitantes, y en el examen
médico escolar se comprobaba un 10,4 % de tuberculosos[2]. En la última década, a excepción de los años
1933 y 1940 que correspondió a Tarapacá, Magallanes ha contado con la
mortalidad más alta por tuberculosis en el país[3].
En 1942 se
fusionaron todos los organismos creados con antelación para la atención
materno-infantil en un solo servicio, la Dirección General de Protección a la
Infancia y la Adolescencia (Protinfancia). En 1944 el Ministro de Salubridad
Dr. Sótero del Río declaraba: Los
servicios de la Madre y el Niño recibirán un vigoroso impulso: se realizará una
activa campaña para combatir la tuberculosis, que alcanza caracteres agudos en
la región austral: los aspectos sanitarios y de alimentación del pueblo serán
enfocados con criterio práctico, realista, porque se trata de defender la salud
de todos[4]. Quizás fueron los primeros intentos del
gobierno central de participar activamente en la solución de los problemas
sanitarios de las provincias.
El déficit
habitacional era otro punto negro que atentaba contra todo esfuerzo de mejorar
la salubridad. (…) es aún más doloroso
imponerse de que una buena parte de los obreros magallánicos se ven obligados a
habitar ranchos miserables, en los que se apretujan con naturales y propios
sentimientos de repugnancia. (…) La tuberculosis, que es un problema pavoroso en
Punta Arenas, se debe, en gran parte, a la escasez de viviendas. Se dan casos
de cuatro familias que habitan un rancho de dos cuartos, con la consiguiente
promiscuidad y contagio[5]. En cuanto a los afiliados a la Caja de
Seguro Obligatorio: (…) dadas las condiciones
climatéricas [sic] de la región, es
indispensable procurar a los asegurados afectados del pulmón cuidados
especiales. Sin embargo, como la Caja carece en Magallanes de un sanatorio, se
suple esta falta enviando a aquéllos que necesitan reposo preventivo a casas
particulares que cobran por la pensión menos que los hospitales[6]. Muy ingenioso y tal vez un ingreso
extra para el hogar, pero obviamente son de prever las consecuencias de
insertar en el seno de una familia a un esparcidor de bacilos.
La sociedad
tomaba conciencia, se hacía difusión radial y por la prensa escrita, charlas,
proyección de películas, afiches, folletos. Eran notables las colonias
escolares en la localidad de Agua Fresca, en que se inculcaba a los niños
hábitos de higiene y conocimientos sanitarios[7]. Otras medidas
concretas fueron la educación a las madres, habilitación de salas-cunas,
desayunos y almuerzos en las escuelas públicas, escuelas-hogares para niños
huérfanos o abandonados, en fin[8]. En tan nobilísima campaña aunaron sus
esfuerzos los profesionales de la salud, las autoridades públicas y
municipales; el magisterio, la prensa y entidades benéficas como la Cruz Roja,
la Gota de Leche de las Damas Católicas, la Junta de Auxilio Escolar, la Liga
Antituberculosa, y otras varias instituciones societarias[9]. Por aquellos
años el tisiólogo doctor Juan Stipicic Ursic introdujo la vacunación BCG y puso
al día a la colectividad médica sobre los avances en prevención y tratamiento
del -por entonces- mortal flagelo. Paradójicamente murió muy joven, víctima de
la enfermedad a la que tanto combatió[10].
Como consecuencia
de las acciones señaladas, en la década de 1940 se notó un atisbo de mejoría en
las condiciones sociosanitarias de los sectores más pobres, lo que redundó sin
duda en la disminución lenta pero sostenida de la prevalencia de tuberculosis
en la región magallánica. No obstante, en
1947 el Servicio Sanitario Provincial daba a conocer algunos antecedentes
referidos al año anterior, que indicaba que el 4 % de los examinados
médicamente por el Seguro Obrero, el 11 % de los escolares primarios y el 16%
de los lactantes atendidos en el policlínico de la misma institución, padecía
la temida enfermedad[11].
Pasada la
primera mitad del siglo XX la situación respecto a este mal comenzaba a mejorar
ostensiblemente. En 1958 pasó a ser la menor causa de muerte, después de haber
sido por muchos años la principal. Seguía siendo superior al promedio nacional,
y sin embargo la progresión de la mejoría hacía prever que esta meta sería
ampliamente superada, como así fue con éste y todos los indicadores sanitarios,
en clara coincidencia con la decidida intervención del Estado y la creación del
Servicio Nacional de Salud[12].
[1]
Citado por M. Martinic en Op. cit. Pág. 201.
[2]
Revista “En Viaje”, febrero de 1944.
[3]
Ibíd.
[4]
Ibíd.
[5]
Ibíd.
[6]
Ibíd.
[7]
Ibíd.
[8] Ver capítulo XV.
[9] M. Martinic. Op. cit. Pág. 183.
[10] M. Martinic. Ibíd. Pág. 194.
[11]
M. Martinic. Ibíd. Pág. 185.
[12]
M. Martinic. Ibíd. Págs. 229 y siguientes.
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