martes, 5 de enero de 2016

XIV. LA TUBERCULOSIS (tercera parte)


Por aquellos, evocaría el doctor Víctor Fernández Villa, gran parte de las camas de las salas de medicina estaban ocupadas por enfermos de tuberculosis pulmonar; en cirugía lo eran por enfermos de tuberculosis osteoarticular como el mal de Pott, de la rodilla, o de adenitis cervical, etc. ¡El bacilo de Koch era dueño, y señor, de nuestras salas de hospital! En el pabellón de operaciones la lámpara de luz ultravioleta como centinela, siempre alerta, porque con mucha frecuencia, al practicar una apendicectomía, el cirujano se encontraba frente a una peritonitis tuberculosa cecoapendicular o generalizada y se consideraba la luz ultravioleta un medio necesario para combatirla[1].

Pabellón quirúrgico
             Hospital de Asistencia Social
En 1940 había 5.000 tuberculosos en una provincia de casi 49.000 habitantes, y en el examen médico escolar se comprobaba un 10,4 % de tuberculosos[2]. En la última década, a excepción de los años 1933 y 1940 que correspondió a Tarapacá, Magallanes ha contado con la mortalidad más alta por tuberculosis en el país[3].
En 1942 se fusionaron todos los organismos creados con antelación para la atención materno-infantil en un solo servicio, la Dirección General de Protección a la Infancia y la Adolescencia (Protinfancia). En 1944 el Ministro de Salubridad Dr. Sótero del Río declaraba: Los servicios de la Madre y el Niño recibirán un vigoroso impulso: se realizará una activa campaña para combatir la tuberculosis, que alcanza caracteres agudos en la región austral: los aspectos sanitarios y de alimentación del pueblo serán enfocados con criterio práctico, realista, porque se trata de defender la salud de todos[4]. Quizás fueron los primeros intentos del gobierno central de participar activamente en la solución de los problemas sanitarios de las provincias.
El déficit habitacional era otro punto negro que atentaba contra todo esfuerzo de mejorar la salubridad. (…) es aún más doloroso imponerse de que una buena parte de los obreros magallánicos se ven obligados a habitar ranchos miserables, en los que se apretujan con naturales y propios sentimientos de repugnancia. (…) La tuberculosis, que es un problema pavoroso en Punta Arenas, se debe, en gran parte, a la escasez de viviendas. Se dan casos de cuatro familias que habitan un rancho de dos cuartos, con la consiguiente promiscuidad y contagio[5]. En cuanto a los afiliados a la Caja de Seguro Obligatorio: (…) dadas las condiciones climatéricas [sic] de la región, es indispensable procurar a los asegurados afectados del pulmón cuidados especiales. Sin embargo, como la Caja carece en Magallanes de un sanatorio, se suple esta falta enviando a aquéllos que necesitan reposo preventivo a casas particulares que cobran por la pensión menos que los hospitales[6]. Muy ingenioso y tal vez un ingreso extra para el hogar, pero obviamente son de prever las consecuencias de insertar en el seno de una familia a un esparcidor de bacilos.
La sociedad tomaba conciencia, se hacía difusión radial y por la prensa escrita, charlas, proyección de películas, afiches, folletos. Eran notables las colonias escolares en la localidad de Agua Fresca, en que se inculcaba a los niños hábitos de higiene y conocimientos sanitarios[7]. Otras medidas concretas fueron la educación a las madres, habilitación de salas-cunas, desayunos y almuerzos en las escuelas públicas, escuelas-hogares para niños huérfanos o abandonados, en fin[8]. En tan nobilísima campaña aunaron sus esfuerzos los profesionales de la salud, las autoridades públicas y municipales; el magisterio, la prensa y entidades benéficas como la Cruz Roja, la Gota de Leche de las Damas Católicas, la Junta de Auxilio Escolar, la Liga Antituberculosa, y otras varias instituciones societarias[9]. Por aquellos años el tisiólogo doctor Juan Stipicic Ursic introdujo la vacunación BCG y puso al día a la colectividad médica sobre los avances en prevención y tratamiento del -por entonces- mortal flagelo. Paradójicamente murió muy joven, víctima de la enfermedad a la que tanto combatió[10].
Como consecuencia de las acciones señaladas, en la década de 1940 se notó un atisbo de mejoría en las condiciones sociosanitarias de los sectores más pobres, lo que redundó sin duda en la disminución lenta pero sostenida de la prevalencia de tuberculosis en la región magallánica. No obstante, en 1947 el Servicio Sanitario Provincial daba a conocer algunos antecedentes referidos al año anterior, que indicaba que el 4 % de los examinados médicamente por el Seguro Obrero, el 11 % de los escolares primarios y el 16% de los lactantes atendidos en el policlínico de la misma institución, padecía la temida enfermedad[11].
Pasada la primera mitad del siglo XX la situación respecto a este mal comenzaba a mejorar ostensiblemente. En 1958 pasó a ser la menor causa de muerte, después de haber sido por muchos años la principal. Seguía siendo superior al promedio nacional, y sin embargo la progresión de la mejoría hacía prever que esta meta sería ampliamente superada, como así fue con éste y todos los indicadores sanitarios, en clara coincidencia con la decidida intervención del Estado y la creación del Servicio Nacional de Salud[12].




[1] Citado por M. Martinic en Op. cit. Pág. 201.
[2] Revista “En Viaje”, febrero de 1944.
[3] Ibíd.
[4] Ibíd.
[5] Ibíd.
[6] Ibíd.
[7] Ibíd.
[8] Ver capítulo XV.
[9] M. Martinic. Op. cit. Pág. 183.
[10] M. Martinic. Ibíd. Pág. 194.
[11] M. Martinic. Ibíd. Pág. 185.
[12] M. Martinic. Ibíd. Págs. 229 y siguientes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

LAS CRÍTICAS SON BIENVENIDAS, EXCEPTO LAS FALSAS ADULACIONES.