Tal vez la gran
paradoja es que esta calamidad sanitaria se daba cuando la primera época de oro
de Punta Arenas, en cuanto al auge del emprendimiento y la creación de las
grandes fortunas[1] [2]. Los gobiernos
centrales no intervenían mayormente, y Punta Arenas era para ellos todavía una
progresista -en lo macroeconómico- colonia lejana, una polis griega prácticamente autónoma. Los tocados por el dedo de Midas,
-originalmente muchos de ellos modestos inmigrantes extranjeros- mientras
fundaban una y otra sociedad comercial y construían sus palacios con finas terminaciones
y alhajamientos franceses o ingleses, no veían o no querían ver la pobreza de
los suburbios, en que habitaban los mismos empleados que sostenían su riqueza.
Más sensibles fueron sus esposas, a las que con el machismo propio de la época prácticamente
se les vedaba su injerencia en política o negocios -con excepciones como Sara
Braun-, de modo que su destino era dirigir los asuntos domésticos. Como los
quehaceres eran efectuados por la servidumbre, supieron canalizar su ocio en
instituciones de caridad, que por muy paternalistas que fuesen, siempre eran un
aporte valioso.
Hacia 1926 el
apoyo sanitario seguía ejercido en gran parte por la generosidad de estas personas
e instituciones de buena voluntad. Un ejemplo palmario venía siendo la Liga de
Damas Católicas, bajo cuyo patrocinio y administración se encontraba la Gota de
Leche, que correspondía a una suerte de consultorio para madres e hijos[3] [4]. Aquí se
repartían alimentos, ropa y medicinas, se educaba y se efectuaban atenciones
médicas. Se destacaba su directora técnica, la doctora Elena Ancic de Barrios[5], primera en
Magallanes que se dedicó a la atención de niños. En una de sus reuniones el profesor señor Werner Gromsch dictó una
conferencia sobre tuberculosis, con proyecciones luminosas[6].
Pese a la
conmoción que sostenidamente fue provocando esta cruda realidad, y a la acción
de distintas instituciones, la situación no varió fundamentalmente hasta casi
la mitad del siglo XX, en que sí comenzaba la decidida intervención del Estado.
En 1934 la
Asociación Médica de Magallanes convocaba a una asamblea pública para tratar el
tema de la tuberculosis en que se informó
que la ciudad está completamente desarmada para defenderse contra este terrible
enemigo, y han pasado los años en le indiferencia de los poderes llamados a
tomar enérgicas medidas, y que también las salas del Hospital se encontraban
siempre ocupadas por un 80 % de tuberculosos[7].
En 1936 la Liga Antituberculosa indicaba que la
morbilidad anual por TBC en Magallanes podía promediarse entre el 20 y 25 %,
muy por encima de la media nacional (10-15 %)[8]. En 1939 se
mantenía en la provincia la mayor prevalencia nacional. Se incrementaba la
mortalidad infantil a expensas del bacilo de Koch[9] -por esta
enfermedad en 1942 seguía siendo la más alta del país- y parecía no haber
solución.
[1] M. Vieira. Op. cit.
[2] M.
Martinic. PUNTA ARENAS SIGLO XX. Págs. 22
- 24.
[3] M.
Martinic. LA MEDICINA EN MAGALLANES. Pág. 176.
[4]
Revista “Menéndez Behety”, mayo de 1926.
[5]
Ver capítulo VI.
[6]
Revista “Menéndez Behety”, mayo de 1926.
[7]
Diario El Magallanes.
[8] M.
Martinic. Op. cit. Pág. 181.
[9]
Ver capítulo XVIII.
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