sábado, 23 de enero de 2016

XVII. LOS CORRALES DEL MUELLE (tercera parte)


Y volviendo al reportaje de “El Magallanes”, éste al menos reconocía:
Sin embargo criticamos severamente el proceder de algunas personas que se han permitido arrebatar niños ó niñas sin la aquiesciencia de sus padres ó de la comisión nombrada al efecto. Sabemos que el Gobernador del Territorio ha dado órdenes para averiguar quiénes se han robado niños y serán sometidos á la justicia ordinaria. Es preciso convencerse que, aunque salvajes y desnudos, no son perros, sino nuestros semejantes y que han pasado los tiempos de la esclavitud y barbarie.
Tal vez esta compulsión por acapararse a los niños fuese estimulada por algunas experiencias menos traumáticas, como era el caso de la Chonga, quien, si bien se podría catalogar de sirviente con algunos toques de esclavitud -aunque en El Magallanes se afirmaba que tal condición no existía-, al menos recibía un trato más humano.

Tal es el nombre de una jóven india fueguina, de la raza Ona, simpática, intelijente y nada mal parecida, que está al cuidado del Sr. R. Stubenrauch desde 5 años atras y que ha prestado eminentes servicios como intérprete cerca de sus compañeros traidos últimamente de Tierra del Fuego.
La Chonga fue traída de Jente Grande y puesta al cuidado de la familia Stubenrauch cuando tenia talvez solo 12 años de edad. Tanto el Sr. Stubenrauch como su esposa se han esmerado en civilizarla y educarla y á fé que han obtenido brillante éxito demostrando así prácticamente que los indios fueguinos son susceptibles de asimilarse a los hábitos de la jente civilizada.
En el año 1893 fué llevada á Europa por la familia del Sr. Stubenrauch y durante algunos meses colocada en un establecimiento de Alemania donde se enseñan jentes del pueblo para el oficio de sirvientes.
La Chonga, como muchacha intelijente ha aprovechado las enseñanzas de sus patrones y es ahora una sirviente que muchas familias envidian.
Habla muy bien el aleman y el español y conserva todavia su lengua natal hasta el punto de que ha sido la única persona en Magallanes que pudiera comunicarse con los indios fueguinos.
En la casa del Sr. Stubenrauch la hemos visto, siempre aseada y servicial, desempeñar correctamente los quehaceres de su cargo.
Se vé pues, todo lo que puede obtenerse de un ser salvaje cuando es tratado con atencion, con cariño y como llegan hasta aprender idiomas extranjeras, conservando sin embargo el recuerdo de su lengua natal.
Repetimos: la Chonga ha prestado ahora eminentes servicios y le enviamos nuestros aplausos.
Eso si le recomendamos no vaya á entregar su corazón á algun fueguino, que sus paisanos llegados últimamente estan mui por debajo de ella, aunque sea efectivo que algunos tienen hermoso é imponente físico, considerados como fueguinos[1].
El año anterior había escrito un cronista de El Magallanes sobre casos de indígenas traídos a Punta Arenas, no ya forzados por el arreo sino en mejores condiciones:
Se ha notado que en general todos los indios fueguinos son mui propensos á hacerse tuberculosos. Efectivamente en Punta Arenas se ha visto que casi todos los que han traido los P. P. Salesianos, aunque su apariencia fuera la de hombres robustos, despues de algun tiempo de permanencia, llevando una vida arreglada, bien comidos y vestidos, sin embargo acaban por enfermarse de los pulmones y se hacen tuberculosos. Igual observacion han hecho muchas familias que tienen á su servicio muchachos fueguinos. Bien tratados, con abrigo suficiente y alimentacion escojida, despues de algun tiempo mueren tísicos[2].
No sabemos si éste fue también el destino de la Chonga.
Otro caso registrado de adaptación a la civilización, esta vez en el campo, corresponde a un niño criado por uno de los asesinos de sus padres, que llegó a ser capataz de una sub-sección de la estancia Springhill en Tierra del Fuego[3].
Seguramente, y como es probable que la cantidad de sélknam de Bahía Inútil, así reunidos, superaban la demanda de trabajo o porque los empresarios ganaderos o forestales comprendieron que para ellos era más un problema que un aporte laboral, se juntó una apreciable cantidad de aborígenes en Punta Arenas vagando por los barrios, sin comida ni techo, limosneando o robando para sobrevivir. La autoridad quiso paliar la situación agrupándolos en el sector de Río de la Mano, entregándoles algunos alimentos, ropas y viviendas de emergencia.
Para alojar los restantes se están construyendo un poco mas allá del Rio de la Mano algunas casuchas en las que se instalaran y á donde diariamente se les enviará su racion de carne para alimentarlos.
Algunas familias serán llevadas a las estancias y aserraderos y asi se iran poco á poco habituando á la vida civilizada.
Los que queden en sus campamentos igualmente se iran cambiando al ver á su alrededor jentes civilizadas.
(…)
Aunque no es casi necesario, nos permitimos aconsejar á las personas que tengan ocasión de tratar con estas familias indígenas que las traten con toda suavidad y no les exijan trabajos demasiado pesados, que con ese buen tratamiento puede conseguirse de estos seres salvajes mayor provecho para su civilizacion y educación. En todo caso son nuestros semejantes y dignos de conmiseración[4].
A los pocos días se concretaba el traslado:
El Viérnes pasado fueron trasladados del galpón próximo al muelle á unas cuantas casuchas que se les han construido un poco al sur del rio de la Mano.
Esta traslación se hacia ya indispensable por razones hijiénicas y morales, porque el sitio que ocupaban está demasiado central y nuestros paisanos los fueguinos poco respetan las conveniencias sociales para satisfacer las necesidades de la vida, de cualquier naturaleza que sean ellas[5].
Es claro que estas condiciones higiénicas y morales se mantuvieron, sólo que lejos de la vista de los escandalizables habitantes de la colonia. Las casuchas eran generalmente rechazadas por los indígenas y se les solía ver, día y noche a la intemperie, agrupados alrededor de las fogatas con los niños que no habían sido raptados. Al pié de los troncos y rodeados de árboles caidos que los amparan del viento forman su pequeña fogata y á su contorno estan noche y dia (…) en una inacción, puede decirse, absoluta[6].




[1] Periódico “El Magallanes”, 18 de agosto de 1895.
[2] Periódico “El Magallanes”, 15 de abril de 1894.
[3] M. Martinic. Los últimos sélknam en Tierra del Fuego Chilena.
[4] Periódico “El Magallanes”, 11 de agosto de 1895.
[5] Periódico “El Magallanes”, 18 de agosto de 1895.
[6] Periódico “El Magallanes”, 8 de septiembre de 1895,

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